jueves, 24 de mayo de 2012

¿Quién mató a Víctor Jara?



El jueves 25 de mayo, un grupo de personas llegó hasta el piso 14 de la superintendencia de AFP para “funar” a Edwin Dimter Bianchi, jefe del departamento de control de instituciones. La página de la “Comisión Funa”, publicó ese día una advertencia a Dimter (“estás funao”), lo llamó “asesino del Estadio Chile” y publicó un alias: “El príncipe”, su mail y teléfonos comerciales.
Al final de esa página, la comisión hizo el siguiente llamado: “Por la memoria de Víctor Jara / Si no hay justicia / hay funa”.
A partir de entonces, el mundo online se ha llenado de referencias al hecho. No ha ocurrido lo mismo con los medios tradicionales.
De la prensa, sólo “La Nación” hizo un reporte del incidente, firmado por la periodista Pascale Bonnefoy.
Antes, el 15 de marzo, Mario Aguilera, del desaparecido “Diario Siete” firmó la nota que contaba del careo entre cinco ex prisioneros y tres ex uniformados que estuvieron en el Estadio Chile (hoy Estadio Víctor Jara) en septiembre de 1973.
Esos tres uniformados eran el teniente coronel (r) Roberto Souper, y los tenientes (r) Raúl Jofré González y Edwin Dimter Bianchi.
Para aquellos con la edad suficiente para acordarse, estos nombres tienen que haber hecho sonar varias campanas: fueron los oficiales arrestrados tras el “Tanquetazo”, el fracasado golpe contra Salvador Allende ocurrido en junio de 1973, y sofocado, entre otros, por un tal Augusto Pinochet.
“Hay un grupo de oficiales”, dice la nota de Aguilera, “entre los cuales los detenidos reconocen por nombres a algunos de ellos que tienen una seria responsabilidad en términos de los apremios, de las flagelaciones y del maltrato que se dio a los detenidos y aseguran que también están las personas que violentaron brutalmente a Víctor Jara”.
Estos oficiales, que desde junio de 1973 habían estado presos, pasaron el 11 de septiembre de ser los presos a ser quienes mantenían presos a sus adversarios.
Si uno googlea “Edwin Dimter Bianchi” (al menos el 9 de junio, a las 13:25), la primera entrada remite a una página del pacto Juntos Podemos, que no despliega nada, pero en el texto que aparece en google se puede apreciar PODEMOS Forums-viewtopic-EDWIN DIMTER BIANCHI ASESINO DE VICTOR JARA. Otro blog (cuarta entrada google) también califica a Dimter como “Asesino de Víctor Jara”.
Rie.cl, la página de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (quinta entrada), titula “Funan a Edwin Dimter Bianchi, asesino de Víctor Jara”.
La sexta entrada correponde http://www.cctt.cl/din/?q=node/view/1279: “Este es el asesino de Victor Jara: Edwin Dimter Bianchi, alias ´El Príncipe´”.
La séptima entrada, la del Movimiento Generación Ochenta, tiene un título más largo: “Edwin Dimter Bianchi, señalado por testigos como el responsable directo de la muerte del cantautor FUNADO EL ASESINO DE VÍCTOR JARA”.
La nota cita al abogado de derechos humanos Nelson Caucoto, y en ninguna parte dice que Dimter sea el autor material del asesinato de Víctor Jara, pero sí da a conocer lo que ya Aguilera había anticipado en “Siete”: que hay más de un testigo del proceso que lo reconoce como “El príncipe”, el jefe del Estadio Chile en los días posteriores al golpe.
Nelson Caucoto señala que no se ha acreditado en el proceso que Dimter sea “El Príncipe” ni el asesino de Jara, y que no tiene idea de cómo internet llegó a unir la identidad de Dimter con la del “Príncipe” o la del asesino de Jara.
Sin embargo, añade que la “funa” no fue tan injustificada porque de los tres uniformados sólo Dimter Bianchi corresponde al tipo físico (rubio, alto) que los ex prisioneros describen como “El Príncipe”.
A lo largo de los años no se han podido encontrar testigos del momento de la muerte de Víctor Jara. En 2004, el periodista Cristóbal Peña reconstituyó para Rolling Stone el paso de Jara por el Estadio Chile (el reportaje ganó el premio Periodismo de Excelencia de la UAH 2004; y el Natali, un premio que otorga la Unión Europea).
El jueves 13 de septiembre de 1973, dice Peña en su reportaje, los focos del estadio apuntaron hacia un militar “alto, provisto de una metralleta punto 30, casco de combate y lentes oscuros modelo Augusto Pinochet”.
Uno de los testigos entrevistados por Peña, Osiel Núñez, entonces presidente del centro de alumnos de la Universidad Técnica del Estado (hoy Universidad de Santiago), recordó así el encuentro: “El tipo se vanagloriaba del timbre de voz, porque a diferencia de otros, no necesitaba micrófono para dirigirse a los detenidos.
Después que respondíamos a sus gritos, nos miraba y decía: Qué bien hablo. Soy un príncipe”. El apodo quedó y hoy, según el reportaje de Bonnefoy, al menos seis testigos han identificado a Dimter como “El príncipe”, “en persona y por fotografías”, entre ellos “un oficial de ejército en retiro”.Según el reportaje de Bonnefoy, que cita a Caucoto, el propio Dimter reconoció ante el juez Juan Eduardo Fuentes haber estado en el Estadio Chile, aunque negó ser “el príncipe”.
Entre las acusaciones más graves que se le hacen al príncipe (de las más suaves: entretenerse golpeando los testículos de los detenidos con un linchaco) está haber ordenado matar a culatazos a un detenido con el que se tropezó.
La familia Jara presentó en 1998 una querella criminal contra Augusto Pinochet por la muerte de Víctor Jara. Finalmente, esa causa consiguió por primera vez la identidad de al menos un militar que estuvo en el Estadio Chile: Mario Manríquez Bravo, coronel en retiro, procesado por el homicidio de Jara. Sin embargo, al menos un testimonio de ese proceso asignó a “Manríquez” (el testigo no le sabía el nombre entero) labores “administrativas”, y sindicó como interrogadores-torturadores a Miguel Krassnoff Marchenko y a otro teniente cuyo nombre olvidó.
Ese testimonio no logró entregar la identidad del asesino de Víctor Jara, tampoco en términos administrativos.
Así lo reconoce el artículo de Bonnefoy, pero añade que “numerosos” testimonios apuntan “al Príncipe”.
Los últimos días en la vida de Víctor Jara se han reconstituido a través de trabajo periodístico serio y de calidad. El artículo de Peña lo sitúa en la madrugada del sábado 15.
Dos soldados se acercan y se lo llevan del grupo en que estaba “por encargo del Príncipe”. Boris Navia, uno de los detenidos en ese grupo, vio cómo se lo llevaban hasta las casetas de transmisión, y vio que al menos dos oficiales (no el Príncipe, pero éste estaba presente), lo golpeaban allí. Carlos Orellana (el ex editor de editorial Planeta), otro detenido, lo vio momentos más tarde, en unos camarines del subterráneo.
Pudieron hablar durante un permiso que les dieron para ir al baño. Jara le dijo que había un soplón en el grupo de prisioneros, pero Orellana no recordó frente a Peña el nombre. A las siete de la tarde Osiel Núñez compartió una fila de “peces gordos” con Jara. “poco antes de avanzar pasó un oficial que separó de la fila a Víctor y a Danilo Bartulín, uno de los médicos de Salvador Allende”.
Bartulín logró sobrevivir, y lo último que figura de él es que fue o es el representante en Cuba de los ascensores Otis, pero de acuerdo a lo que Caucoto contó, nunca se ha presentado a dar su testimonio ante la justicia chilena. Su testimonio alcanzó a ser recogido en 1976, en México, el primero en ponerlo online ha sido el sitio Patriagrande.net., de Héctor Velarde.
Lamentablemente, el testimonio no está firmado.
Un narrador –que según se desprende del texto estuvo con Víctor Jara en la UTE antes de que ésta fuera allanada (¿el cubano Jorge Timossi?)- es quien efectúa la entrevista. Bartulín, según este narrador, es uno de los hombres que sale al lado de Allende (no dice cual) en la última foto que se le tomó.
Este testimonio de Bartulín hace dos referencias a haber estado con Jara: una sesión de tortura en la que a él el torturador le convida un cigarro, pero no a Jara; y luego la que parece ser la escena que describe Núñez en el reportaje de Peña.
Bartulín dice: “Casi tres días estuvimos juntos Víctor y yo en el Estadio de Chile”, pero no queda claro si los dos episodios que menciona están separados por tres días. Luego, menciona que el “comandante” Manríquez separa del último grupo de prisioneros del Estadio Chile que abandonaba el recinto con rumbo al Estadio Nacional, a él, a Litré Quiroga y a Víctor Jara. La orden era llevarlos “abajo”.
“Allí tenían habilitada una cámara, en lo que había sido guardarropía y varios baños”, dice Bartulín. “Muchos de nuestros compañeros fueron llevados allí, pero nadie volvió. Una vez que me condujeron al interrogatorio y, al pasar, vi un montón de cadáveres, de cuerpos masacrados y desmembrados”.
Una vez “abajo”, Bartulín y Jara fueron puestos dentro un baño, y Litré Quiroga en el del lado. Sorpresivamente, Bartulín fue sacado de ahí. Después, el cadáver de Jara fue arrojado a la calle; el de Litré Quiroga también.La información sobre la “funa” corrió casi solo por internet: cadenas de e-mails, blogs, sitios.
En “La Tercera” hubo una breve nota en la que se afirmaba que Dimter Bianchi había sido despedido de su trabajo. La comunidad online ha saltado automáticamente a la conclusión de que “se encontró” al asesino de Víctor Jara.
La verdad es que hasta ahora nadie ha identificado con certeza a Dimter como "El Príncipe" o “el asesino de Víctor Jara”. Es muy probable que “El Príncipe” haya sido el asesino, o que haya dado la orden de matar, pero “probable” no significa “seguro”.
No es poca cosa ser “El Príncipe” ni serlo y al mismo tiempo trabajar en la administración pública –y más encima ser un exonerado político, que sí lo era Dimter-, y menos son poca cosa las muertes de Víctor Jara y de Litré Quiroga.
Tampoco lo es que en estricto rigor el periodismo, aún haciendo bien su pega, no pueda develar el misterio del asesino de Jara, y que la única forma de saber con certeza absoluta quién mató al artista es la confesión de su asesino.

domingo, 16 de agosto de 2009

Nuevos documentos desclasificados de la CIA

La gestión de Nixon y dictador brasileño para derrocar a Allende.

Documentos desclasificados de la CIA, publicados hoy en EEUU, revelan que Richard Nixon complotó con el dictador brasileño Emilio Garrastazú Médici para derrocar a Salvador Allende. El investigador Peter Kornbluh, encargado del Nacional Security Archive dijo que "Chile podría solicitar formalmente al Presidente Lula que abra los archivos militares de Brasil para clarificar lo sucedido".
Se trata de tres memos, fechados en 1971, que ilustran conversaciones personales entre Nixon y Garrastazú Médici, sostenidas en la Casa Blanca, y en las que discutieron acerca del rol que le cabría a Brasil en el derrocamiento del Presidente chileno. Durante uno de los diálogos, Nixon preguntó al dictador brasileño si el Ejército de Chile tenía la capacidad para derrocar a Allende. Éste respondió que "creía que sí", y además dejó claro que "Brasil estaba trabajando con ese objetivo".
Durante el encuentro que tuvo lugar en la Oficina Oval, Nixon aprobó la intervención de Brasil en Chile. "El Presidente señaló que era muy importante que Brasil y Estados Unidos trabajaran juntos en este campo. No podíamos tomar una dirección, pero sí los brasileños sentían que había algo que pudiéramos hacer para ayudar en esto, a él (Nixon) le gustaría que el Presidente Garrastazú Médici se lo hiciera saber. Si se requería dinero u otro tipo de ayuda discreta, podríamos ponerla a disposición. Esto se mantendría bajo la mayor discreción", señala el documento.
En la citada conversación, Nixon le dijo a Garrastazú Médici que Estados Unidos y Brasil debían "evitar que hubiese nuevos Allende y nuevos Castro" en América Latina y, al mismo tiempo, tratar de "revertir esta tendencia" donde fuese posible.
Nixon dijo también al brasileño que "esperaba que pudieran colaborar estrechamente puesto que había muchas cosas que Brasil, como país sudamericano, podía hacer y que Estados Unidos no podía" anota el texto de la CIA. La documentación revela que Nixon creía que una relación especial con Brasil era muy importante, al grado que propuso a Garrastazú Médici que ambos establecieran un canal directo y secreto de comunicación "para contactarse directamente fuera de medios diplomáticos".
El brasileño nombró a su ministro de Relaciones Exteriores y asesor privado, Gibson Barbosa, como su representante en dicho canal, pero le dijo a Nixon que en caso de que tuviese que tratar "materias particularmente privadas y delicadas, Brasil usaría al coronel Manso Netto. Por su parte, Nixon nombró a Kissinger como su representante.
Basado en fuentes brasileñas, otro memo de la CIA señala que Garrastazú Médici propuso al Presidente norteamericano que trabajasen juntos para contrarrestar la "expansión izquierdista marxista" y Nixon le prometió asistencia norteamericana "donde y cuando fuera posible". El reporte revela también que el meollo de las conversaciones secretas generó preocupación en los estamentos militares de Brasil. Algunos generales pensaban que la responsabilidad por tales operaciones recaería en las fuerzas armadas brasileñas. El documento cita al general brasileño Vicente Dale Coutinho señalando que "Estados Unidos obviamente quiere que Brasil haga el trabajo sucio" en América del Sur.
Una estimación hecha por la CIA en 1972, predecía que Brasil iba a jugar un rol cada vez más importante en asuntos hemisféricos "llenando cualquier vacío que Estados Unidos pudiera dejar" y agrega que Brasil "no dudaría" en emplear acciones encubiertas para "oponerse a gobiernos de izquierda; mantener gobiernos amigos en el poder o ayudarlos a instalarse en países como Bolivia y Uruguay".
Información
Kornbluh sostiene que Chile tiene el derecho de pedir a Brasil un informe que clarifique lo ocurrido. "Así como el Senado de los Estados Unidos emitió un reporte sobre la intervención norteamericana, uno pensaría, considerando el peso de los documentos revelados en Washington, que Brasil va a acceder a clarificar su propio rol" en el derrocamiento de Allende, subraya el investigador.
Peter Kornbluh es director de los Proyectos de Documentación Chile y Brasil del NSA, una agencia no gubernamental basada en Washington DC que lidera la campaña para desclasificar documentos aún secretos de la CIA en relación con la intervención de Estados Unidos en América del Sur. Kornbluh, autor del libro "Pinochet: los archivos secretos", ha sacado a la luz centenares de documentos que ilustran la intervención norteamericana en Chile.
"Obviamente, documentos como los que comentamos hoy revelan un aspecto multilateral en la intervención para derrocar a Allende. Debe haber más información que se intercambió a través de los canales secretos a los que se refiere la CIA. ¿Qué otras comunicaciones tuvieron después? ¿Qué más revelan esas comunicaciones sobre el rol de Brasil? Estoy seguro de que hay más documentos, muy secretos, de la CIA que aún no hemos visto, y que reflejan esta colaboración", dice Kornbluh.
Él cree que, si los brasileños están adoptando una política de puertas abiertas respecto de la historia, claramente, debieran estar dispuestos a avanzar para que se sepa todo lo ocurrido en ese entonces. "Por ende, vamos a dar a Estados Unidos, a la administración de Obama, todo el permiso para desclasificar cualquier documento que ilustre lo sucedido. Si Brasil lo hace, será un gran avance", concluye.
A su juicio, "Brasil seguía su propia iniciativa y tenía un interés propio, muy similar al de Estados Unidos: no quería que Allende tuviera éxito porque eso tendría un impacto en la región, especialmente en Uruguay".
"Más allá de entender los roles que los países jugaron en la intervención, y la voluntad propia de Brasil, es importante notar que Brasil ha cambiado mucho desde los ’70. La ironía es que la misma nación que eligió a Lula da Silva estuvo previamente involucrada en minar y derrocar un gobierno como el de Allende, que de algún modo pavimentó el camino para que líderes como Lula fueran democráticamente elegidos en las urnas", acota

jueves, 11 de septiembre de 2008

Desclasifican nuevas conversaciones entre Nixon y Kissinger para derrocar a Allende

Un registro de conversaciones hasta hoy inéditas entre Richard Nixon y Henry Kissinger para impedir que Allende asumiera el poder en 1970, y otro cuando sólo faltaban semanas para el Golpe de Estado, revela nuevos detalles de cómo ambos se empecinaron en derrocar el gobierno de la Unidad Popular, al punto de decir: El gran problema hoy en día es Chile. Entre las novedades figura la noticia que le da Kissinger a Nixon: Agustín Edwards ha huido y llega aquí el lunes. Me voy a reunir con él el lunes…

Por Peter Kornbluh*

Treinta y cinco años después del Golpe de Estado en Chile, apoyado por Estados Unidos, transcripciones recientemente desclasificadas de las conversaciones del entonces consejero de seguridad nacional de Estados Unidos Henry Kissinger con el director de la CIA Richard Helms, el Secretario de Estado William Rogers y especialmente con el Presidente Richard Nixon, revelan nuevos episodios sobre la trama interna de cómo su administración preparó la desestabilización del primer gobierno socialista elegido democráticamente en el mundo.

Si el 15 de septiembre de 1970, cuando Nixon ordenó a la CIA “evitar que Allende asumiera el poder, o lo derrocara”, era considerado el punto de partida para las operaciones encubiertas de Estados Unidos que contribuyeron al derrocamiento del gobierno de Salvador Allende, estas nuevas revelaciones cambian el mapa de la operación.

Según estas transcripciones, Nixon y Kissinger iniciaron sus planes para revertir los resultados de las elecciones chilenas tres días antes. Al mediodía del 12 de septiembre de 1970, Kissinger llamó a Helms para agendar una reunión urgente del “Comité 40”, un grupo de alto rango que supervisaba las operaciones encubiertas del gobierno de los Estados Unidos. Aproximadamente 35 minutos más tarde, en medio de un informe verbal que se le entregaba a Nixon sobre un secuestro de avión con rehenes en Amman, Jordania, Kissinger le dijo al Presidente: El gran problema hoy en día es Chile.

Esa trascripción revela cómo el Presidente de Estados Unidos concentró su atención en los esfuerzos por impedir el arribo al poder de Allende. En esa llamada, Nixon exigió ver todas las instrucciones que se le enviaban al embajador de EE.UU. en Santiago, Edward Korry. Al punto de ordenar que el Departamento de Estado fuera alertado de que él quería ver todos los cables enviados a Chile.

-Quiero una evaluación sobre las opciones disponibles -le dijo Nixon a Kissinger.

Cuando Kissinger le respondió que la posición del Departamento de Estado era la de permitir que Allende asumiera el poder y entonces ver lo que se podía hacer, Nixon inmediatamente vetó esa idea. ¿Igual como ocurrió con Castro? ¿Cómo ocurrió en Checoslovaquia? La misma gente dijo la misma cosa. No permitas que lo hagan, instruyó el Presidente.

En esa conversación, Kissinger y Nixon también hablaron sobre Agustín Edwards, el empresario y dueño del diario El Mercurio.

-Agustín Edwards ha huido –le informó dramáticamente Kissinger al Presidente-, y llega aquí el lunes. Me voy a reunir con él el lunes para conocer su versión de la situación.

-No queremos que se filtre un gran artículo respecto de que estamos tratando de derrocar al gobierno –respondió Nixon

El Secretario de Estado William Rogers, a quien Nixon y Kissinger en buena parte excluyeron de las deliberaciones sobre Chile, era igualmente sensible a esa posibilidad. La transcripción de su conversación con Kissinger dos días después refleja el nivel de preocupación del Departamento de Estado sobre la posibilidad de que Washington pudiera ser descubierto en su intento de subvertir la democracia electoral en Chile. En su conversación del 14 de septiembre, Rogers predijo con precisión: Sea lo que sea que hagamos, probablemente terminará muy mal. También le sugirió a Kissinger encubrir el rastro documental sobre las operaciones estadounidenses para asegurar que el registro documental no se vea mal.

-Mi sensación -y creo que coincide con la del Presidente- es que debemos incentivar un resultado diferente al de [referencia censurada], pero debemos hacerlo tan discretamente que no nos salga el tiro por la culata –le concedió Rogers a Kissinger.

La conversación continúa:

Kissinger: La única duda es cómo se define “el tiro por la culata”.

Rogers: Que nos descubran haciendo algo. Después de todo lo que hablamos sobre elecciones, si la primera vez que un comunista (sic) gana una elección, Estados Unidos intenta impedir que el proceso constitucional tome su curso, nos vamos a ver muy mal.

Kissinger: El Presidente opina que se debe hacer todo lo posible para evitar que Allende asuma el poder, pero a través de canales chilenos y con un bajo perfil.

El informe de un comité especial del Senado de EE.UU. que a mediados de los ‘70 investigó las operaciones encubiertas de la CIA en Chile, no citó estas transcripciones secretas, a pesar de que son el registro de las primeras conversaciones sustanciales entre Nixon y Kissinger sobre cómo impedir que Allende asumiera el gobierno. En entrevistas con dos miembros de ese comité del Senado que redactaron ese informe -Acciones Encubiertas en Chile,1963-1973-, ninguno recordaba haber visto estos dramáticos documentos, que incluyen una conversación hasta ahora desconocida entre el Presidente Nixon y su Consejero de Seguridad Nacional, Kissinger, respecto de las posibilidades de derrocar a Allende, sólo diez semanas antes del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

La búsqueda de los Telcons

En los días posteriores a la estrecha elección de Salvador Allende como Presidente de Chile el 4 de septiembre de 1970, Henry Kissinger sostuvo una serie de conversaciones telefónicas urgentes sobre “cómo hacerlo” en Chile. No permitiremos que Chile se vaya por el alcantarillado, le dijo Kissinger en una de esas llamadas al director de la CIA, Richard Helms. Estoy contigo, le respondió Helms.

Fue el 15 de septiembre, durante una reunión de 15 minutos en la Casa Blanca a la que asistió Kissinger, cuando el Presidente Nixon instruyó al director de la CIA, Richard Helms, de que la elección de Allende era inaceptable. Fue entonces que ordenó a la agencia actuar con su ya conocida frase hay que hacer gritar a la economía para salvar a Chile, como lo registró Helms en sus apuntes.

La CIA lanzó una campaña masiva de operaciones encubiertas –primero para impedir que Allende asumiera el gobierno, y cuando esa estrategia fracasó, para minar su gobernabilidad. Nuestra principal preocupación en Chile es la posibilidad de que [Allende] se consolide, y que su imagen ante el mundo sea su éxito, dijo Nixon ante su Consejo de Seguridad Nacional el 6 de noviembre de 1970, dos días después de que Allende iniciara su gobierno.

Las transcripciones de estas conversaciones telefónicas, conocidas como telcons, fueron creadas originalmente por Kissinger, quien grababa secretamente las llamadas que hacía y recibía (y luego pedía a su secretaria transcribirlas) mientras estaba en el gobierno. Cuando Kissinger dejó la Casa Blanca en enero de 1977, se llevó más de 30 mil páginas de transcripciones, aduciendo que eran “documentos personales”, y los usó selectivamente para escribir sus memorias.

En 1999, la organización National Security Archive inició acciones legales para obligar a Kissinger a devolver estos registros al gobierno. A solicitud del analista del Archivo, William Burr, los telcons sobre las crisis de política exterior de comienzos de los ‘70, incluyendo cuatro conversaciones desconocidas sobre Chile, fueron desclasificados recientemente por la Biblioteca Presidencial de Nixon.

El “Tanquetazo” hace vibrar a Nixon

Hasta el momento, la desclasificación de los telcons de Kissinger no ha entregado mucha evidencia de conversaciones telefónicas sobre Chile mientras se desarrollaban las operaciones de la CIA para desestabilizar a Allende en los años que siguieron. Pero a las 11 de la mañana del 4 de julio de 1973, la grabadora clandestina de Kissinger captó otra conversación hasta ahora desconocida con el Presidente Nixon. Menos de una semana después de un abortado Golpe de Estado en Santiago –el tanquetazo del 29 de junio-, Nixon llamó a Kissinger desde su casa de veraneo en San Clemente, California, para hablar sobre Allende y las perspectivas de un pronto derrocamiento de su gobierno.

Nixon: Sabes, creo que ese tipo chileno podría tener algunos problemas.

Kissinger: ¡Ah, tiene tremendos problemas! Definitivamente tiene tremendos problemas.

Nixon: Si sólo el Ejército pudiera lograr tener el respaldo de alguna gente.

Kissinger: Y ese golpe la semana pasada, no tuvimos nada que ver con él, pero igual, parece que salió prematuramente.

Nixon: Es cierto, y el hecho de que haya conformado un gabinete sin militares es, pienso yo, muy significativo.

Kissinger: Es muy significativo.

Nixon: Muy significativo porque esos tipos militares allá son bien orgullosos y tal vez ellos… ¿Cierto?

Kissinger: Sí, pienso que él está definitivamente en problemas.

Sólo diez semanas más tarde, los militares efectivamente derrocaron a Allende en un sangriento Golpe de Estado. El 15 de septiembre de 1973, Nixon llamó a Kissinger nuevamente. Se lamentaron sobre lo que Kissinger calificó como los diarios llorones y la sucia hipocresía de la prensa por concentrarse en la represión de los militares chilenos y las condenas al rol jugado por Estados Unidos. En este telcon, que fue desclasificado en mayo de 2004, Nixon señala:

-Nuestra mano se mantiene oculta en esto.

Y Kissinger replica: No lo hicimos nosotros… Quiero decir, les ayudamos. [Censurado] creó las máximas condiciones posibles… En la era de Eisenhower, seríamos considerados héroes.

jueves, 4 de septiembre de 2008

DISCURSO DE LA VICTORIA

Noche del 4 de septiembre de 1970

Con profunda emoción les hablo desde esta improvisada tribuna por medio de estos deficientes amplificadores.
¡Qué significativa es -más que las palabras- la presencia del pueblo de Santiago que, interpretando a la inmensa mayoría de los chilenos, se congrega para reafirmar la victoria que alcanzamos limpiamente el día de hoy, victoria que abre un camino nuevo para la patria, y cuyo principal actor es el pueblo de Chile aquí congregado!
¡Qué extraordinariamente significativo es que pueda yo dirigirme al pueblo de Chile y al pueblo de Santiago desde la Federación de Estudiantes!
Esto posee un valor y un significado muy altos.
Nunca un candidato triunfante por la voluntad y el sacrificio del pueblo usó una tribuna que tuviera mayor trascendencia, porque todos lo sabemos: la juventud de la patria fue vanguardia en esta gran batalla, que no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un pueblo; ella es la victoria de Chile alcanzada limpiamente esta tarde.
Yo les pido a ustedes que comprendan que soy tan solo un hombre, con todas las flaquezas y debilidades que tiene un hombre; y si pude soportar -porque cumplía una tarea- la derrota de ayer, hoy sin soberbia y sin espíritu de venganza, acepto este triunfo que nada tiene de personal y que se lo debo a radicales, socialistas, comunistas, socialdemócratas, a gentes del MAPU y del API, y a miles de independientes.
Se lo debo al hombre anónimo y sacrificado de la patria; se lo debo a la humilde mujer de nuestra tierra. Le debo este triunfo al pueblo de Chile, que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre.
La victoria alcanzada por ustedes tiene una honda significación nacional. Desde aquí declaro, solemnemente, que respetaré los derechos de todos los chilenos. Pero también declaro, y quiero que lo sepan definitivamente, que al llegar a La Moneda, y siendo el pueblo gobierno, cumpliremos el compromiso histórico que hemos contraído de convertir en realidad el programa de la Unidad Popular.
Lo dije: No tenemos ni podríamos tener ningún propósito pequeño de venganza. Sería disminuir la victoria alcanzada. Pero, si no tenemos un propósito pequeño de venganza, tampoco, de ninguna manera, vamos a claudicar, a comerciar el programa de la Unidad Popular, que fue la bandera del primer gobierno auténticamente democrático, popular, nacional y revolucionario de la historia de Chile.
Dije, y debo repetirlo:
Si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria.
Pero yo sé que ustedes, que hicieron posible que el pueblo sea mañana gobierno, tendrán la responsabilidad histórica de realizar lo que Chile anhela para convertir a nuestra patria en un país señero en el progreso, en la justicia social, en los derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven de nuestra tierra.
Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo.
Por eso, esta noche, que pertenece a la historia, en este momento de júbilo, yo expreso mi emocionante reconocimiento a los hombres y mujeres, a los militantes de los partidos populares e integrantes de las fuerzas sociales que hicieron posible esta victoria que tiene proyecciones más allá de las fronteras de la propia patria.
Para los que están en la pampa o en la estepa, para los que me escuchan en el litoral, para los que laboran en la precordillera, para la simple dueña de casa, para el catedrático universitario, para el joven estudiante, el pequeño comerciante o industrial, para el hombre y la mujer de Chile, para el joven de la tierra nuestra, para todos ellos, el compromiso que yo contraigo ante mi conciencia y ante el pueblo -actor fundamental de esta victoria- es ser auténticamente leal en la gran tarea común y colectiva. Lo he dicho: mi único anhelo es ser para ustedes el compañero presidente.
Han sido el hombre anónimo y la ignorada mujer de Chile los que han hecho posible este hecho social trascendental. Miles y miles de chilenos sembraron su dolor y su esperanza en esta hora que al pueblo pertenece. Y desde otras fronteras, desde otros países, se mira con satisfacción profunda la victoria alcanzada. Chile abre un camino que otros pueblos de América y del mundo podrán seguir. La fuerza vital de la unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá el cauce para que los pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio destino.
Somos lo suficientemente responsables para comprender que cada país y cada nación tiene sus propios problemas, su propia historia y su propia realidad. Y frente a esa realidad serán los dirigentes políticos de esos pueblos los que adecuarán la táctica que deberá adoptarse. Nosotros sólo queremos tener las mejores relaciones políticas, culturales, económicas, con todos los países del mundo. Sólo pedimos que respeten -tendrá que ser así- el derecho del pueblo de Chile a haberse dado el gobierno de la Unidad Popular.
Somos y seremos respetuosos de la autodeterminación y de la no intervención. Ello no significará acallar nuestra adhesión solidaria con los pueblos que luchan por su independencia económica y por dignificar la vida del hombre en los distintos continentes.
Sólo quiero señalar ante la historia el hecho trascendental que ustedes han realizado, derrotando la soberbia del dinero, la presión y amenaza; la información deformada, la campaña del terror, de la insidia y la maldad. Cuando un pueblo ha sido capaz de esto, será capaz también de comprender que sólo trabajando más y produciendo más podremos hacer que Chile progrese y que el hombre y la mujer de nuestra tierra, la pareja humana, tengan derecho auténtico al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la educación, al descanso, a la cultura y a la recreación.
Pondremos toda la fuerza creadora del pueblo en tensión, para hacer posible estas metas humanas que se ha trazado el programa de la Unidad Popular.
Juntos, con el esfuerzo de ustedes, vamos a realizar los cambios que Chile reclama y necesita. Vamos a hacer un gobierno revolucionario.
La revolución no implica destruir, sino construir; no implica arrasar, sino edificar; y el pueblo de Chile está preparado para esa gran tarea en esta hora trascendente de nuestra vida.
Compañeras y compañeros, amigas y amigos:
¡Cómo hubiera deseado que los medios materiales de comunicación me hubieran permitido hablar más largamente con ustedes, y que cada uno hubiera oído mis palabras, húmedas de emoción, pero al mismo tiempo firmes en la convicción de la gran responsabilidad que todos tenemos y que yo asumo plenamente!
Yo les pido que esta manifestación sin precedentes se convierta en la demostración de la conciencia de un pueblo.
Ustedes se retirarán a sus casas sin que haya el menor asomo de una provocación y sin dejarse provocar.
El pueblo sabe que sus problemas no se solucionan rompiendo vidrios o golpeando un automóvil.
Y aquellos que dijeron que el día de mañana los disturbios iban a caracterizar nuestra victoria, se encontrarán con la conciencia y la responsabilidad de ustedes. Irán a su trabajo mañana o el lunes, alegres y cantando, cantando la victoria tan legítimamente alcanzada y cantando al futuro. Con las manos callosas del pueblo consciente y disciplinado podrá realizar.
América Latina y más allá de la frontera de nuestro pueblo, miran el mañana nuestro. Yo tengo plena fe en que seremos lo suficientemente fuertes, lo suficientemente serenos y fuertes, para abrir el camino venturoso hacia una vida distinta y mejor; para empezar a caminar por las esperanzadas alamedas del socialismo, que el pueblo de Chile con sus propias manos va a construir.
Reitero mi reconocimiento agradecido a los militantes de la Unidad Popular; a los Partido Radical, Comunista, Socialista, Social Demócrata, MAPU y API; y a los miles de independientes de izquierda que estuvieron con nosotros.
Expreso mi afecto y también mi reconocimiento agradecido a los compañeros dirigentes de esos partidos, que por sobre las fronteras de sus propias colectividades hicieron posible la fortaleza de esta unidad que el pueblo hizo suya. Y porque el pueblo la hizo suya ha sido posible la victoria, que es la victoria del pueblo.
El hecho de que estemos esperanzados y felices no significa que vayamos nosotros a descuidar a vigilancia. El pueblo, este fin de semana, tomará por el talle a la patria y bailaremos desde Arica a Magallanes, y desde la cordillera al mar, una gran cueca, como símbolo de la alegría sana de nuestra victoria.
Pero al mismo tiempo, mantendremos nuestros comités de acción popular, en actitud vigilante, en actitud responsable, para estar dispuestos a responder a un llamado si es necesario que haga el comando de la Unidad Popular. Llamado para que los comités de empresas, de fábricas, de hospitales, en las juntas de vecinos y en los barrios y en las poblaciones proletarias vayan estudiando los problemas y las soluciones; porque presurosamente tendremos que poner en marcha el país. Yo tengo fe, profunda fe, en la honradez, en la conducta heroica de cada hombre y cada mujer que hizo posible esta victoria.
Vamos a trabajar más.
Vamos a producir más.
Pero trabajaremos más para la familia chilena, para el pueblo y para Chile, con orgullo de chilenos y con la convicción de que estamos realizando una grande y maravillosa tarea histórica.
¡Cómo siento en lo íntimo de mi fibra de hombre, cómo siento en las profundidades humanas de mi condición de luchador, lo que cada uno de ustedes me entrega! Esto que hoy germina es una larga jornada. Yo sólo tomé en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros lucharon junto al pueblo y por el pueblo.
Este triunfo debemos dárselo en homenaje a los que cayeron en las luchas sociales y regaron con su sangre la fértil semilla de la revolución chilena que vamos a realizar.
Quiero antes de terminar, y es honesto hacerlo así, reconocer que el gobierno entregó las cifras y los datos de acuerdo con los resultados electorales.
Quiero reconocer que el jefe de plaza, general Camilo Valenzuela, autorizó este acto, acto multitudinario, en la convicción y la certeza que yo le diera de que el pueblo se congregaría, como está aquí, en actitud responsable, sabiendo que ha conquistado el derecho a ser respetado; respetado en su vida y respetado en su victoria; el pueblo que sabe que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre de este año.
Quiero destacar que nuestros adversarios de la Democracia Cristiana han reconocido en una declaración la victoria popular.
No le vamos a pedir a la derecha que lo haga. No lo necesitamos. No tenemos ningún ánimo pequeño en contra de ella. Pero ella no será capaz jamás de reconocer la grandeza que tiene el pueblo en sus luchas, nacida de su dolor y de su esperanza.
Nunca, como ahora, sentí el calor humano; y nunca, como ahora, la Canción Nacional tuvo para ustedes y para mí tanto y profundo significado. En nuestros discursos lo dijimos: somos los herederos legítimos de los padres de la patria, y juntos haremos la segunda independencia: la independencia económica de Chile.
Ciudadanas y ciudadanos de Santiago, trabajadores de la patria: ustedes y sólo ustedes son los triunfadores. Los partidos populares y las fuerzas sociales han dado esta gran lección, que se proyecta más allá, reitero, de nuestras fronteras materiales.
Les pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada y que esta noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión, más cariño, para hacer cada vez más grande a Chile y cada vez más justa la vida en nuestra patria.
Gracias, gracias, compañeras. Gracias, gracias, compañeros. Ya lo dije un día. Lo mejor que tengo me lo dio mi partido, la unidad de los trabajadores y la Unidad Popular.

A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo; con la lealtad del Compañero Presidente.

miércoles, 30 de julio de 2008

Agustín Edwards Eastman y la CIA

El propietario de El Mercurio supo sacar ventajas de EEUU en favor de su empresa, para variar en crisis también cuando asumió Salvador Allende -por mala gestión endémica. O sea, mató dos pájaros de un tiro: entre 1970 y 1973 convenció a la administración Nixon para intervenir en Chile y obtuvo de la CIA un millón 965 mil dólares, unos 8,5 millones de dólares de hoy.

Un nuevo libro publicado este mes en Estados Unidos aporta -30 años después- el dato de 300 mil dólares "perdidos" de los casi dos millones que El Mercurio recibió directamente de la CIA. Además, documenta otros cien mil de cantidades mayores todavía no determinadas provenientes de corporaciones que colaboraron con la agencia, como International Telegraph and Telephone, ITT.

Los esfuerzos de Edwards por entusiasmar a EEUU para impedir que Allende asumiera el mando de la nación el 3 de noviembre de 1970, y luego para derrocarlo, una vez instalado en la Presidencia, absorben el capítulo "The El Mercurio File" del libro "The Pinochet File", publicado este mes en el país del norte, contribución del académico Peter Kornbluh por desenmascarar las intrigas y conspiraciones secretas de Nixon en Chile y América Latina.

LA CLAVE DEL INTERES EDWARDS

Según Seymour Hersh, en su libro "El Precio del Poder", un día antes de elegido Allende el embajador Edward Korry cablegrafió desde Santiago que Edwards le dijo "haber invertido todo sus ganancias de años en nuevas industrias y modernización que se estropearían si Allende ganara". Korry apostaba a que al día siguiente vencería Jorge Alessandri, pero ganó la Unidad Popular con el 36,3 por ciento. Días después, Edwards llamó al jefe local de la CIA en Santiago, Henry Hecksher, para obtener una reunión más privada con Korry, fuera de la embajada. Korry evoca: "...quiso hacerme sólo una pregunta: `Militarmente, ¿hará algo el gobierno de EEUU -directa o indirectamente?'". Hacer algo militar directamente significa invasión. Korry dice hoy que "mi respuesta fue ¡No!".

Para que sus lectores estadounidenses visualicen mejor a Edwards, por esos años uno de los más ricos de Chile -con negocios bancarios, seguros, bebidas y una larga lista de empresas-, grandes medios de comunicación entre la media docena de corporaciones que controlan la prensa de EEUU, con presencia en Australia e Inglaterra.

Con la desclasificación de miles de archivos secretos de la CIA y de la Casa Blanca ahora existe un valioso banco de datos para comprender mejor cómo el dueño del pretendido émulo latinoamericano del The New York Times colaboró en fomentar el Golpe.

ABLANDANDO A NIXON


Edwards voló a Estados Unidos en cuanto ganó Allende -su hermana Sonia (izquierdista) quedó a cargo del diario- para dedicarse al lobby en la Casa Blanca. En sus memorias "Años de la Casa Blanca", Henry Kissinger anotó que fue frecuentado por Edwards y Donald Kendall, presidente de Pepsi Co., amigo del chileno y uno de los más íntimos de Nixon, además de generoso contribuyente de sus campañas.

El 14 de septiembre, Kendall visitó a Nixon para relatarle sus conversaciones con Edwards. Kissinger, entonces consejero de seguridad nacional, y John Mitchell, fiscal general, desayunaron con Edwards y Kendall al día siguiente, a instancias de Nixon, para escuchar sus propuestas ante la amenaza que significaba Allende. Kissinger llamó también al director de la CIA, Richard Helms, para que escuchara "la visión de Edwards" sobre Allende. Se encontraron en un hotel de Washington.

Lo que Edwards le dijo al director de la CIA fue "top secret" durante 30 años. Pero ahora, desclasificado el memorándum CIA "Discusión sobre la Situación Política chilena", el nombre de Edwards aparece tachado, aunque el texto deja claro que no pudo tratarse más que de una reunión Helms-Edwards por las alusiones al cónclave con Kissinger, asegura Kornbluh. El memorándum revela que Edwards promovió operaciones encubiertas estadounidenses orientadas a un golpe militar para detener a Allende antes de asumir la presidencia.

El memorándum registra que el chileno informó porqué Alessandri perdió la elección y "la posibilidad de una solución constitucional" -esquema inicial de la embajada de EEUU- mediante sobornos CIA a diputados chilenos que proclamarían a Alessandri, el segundo, en lugar de Allende, el ganador, posibilidad permitida por la Constitución de 1925 y factor desencadenante del asesinato del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider. Alessandri renunciaría, habría nuevas elecciones y ganaría el democristiano Eduardo Frei Montalva, presidente saliente pero habilitado legalmente porque no sería una "re-elección".

El memorándum también registró probables riesgos de las "tesis edwardianas":

1. Si el esquema no funcionaba, ¿entonces, que? ...

2. Algunos diputados podrían actuar demasiado rápido o anunciar prematuramente su intención, gatillando "manifestaciones callejeras de los comunistas".

3. El general jubilado Roberto Viaux, cabecilla del intento de golpe de octubre de 1969 (contra Frei) [hay otro nombre tachado] o "algún otro prospecto" podría intentar un golpe y abortar cualquier esfuerzo por otro en serio.

El memo CIA registró también que Helms/Edwards consideraron otras opciones en el "Cronograma para una posible acción militar". Así se gestó la reunión de 15 minutos en la Oficina Oval, la tarde del 15 de septiembre, en que Nixon emitió su ahora célebre orden para fomentar la acción militar que impediría a Allende llegar a La Moneda, registrada para la historia en los garabatos manuscritos de las notas de Helms: "¡Quizás, 1 en 10 oportunidades, pero hay que salvar a Chile!... No importan los riesgos involucrados... US $10.000.000 disponibles, y más si es necesario. Trabajo a tiempo completo -con nuestros mejores hombres. Hacer chillar la economía". Años después, cuando testificó bajo juramento ante el Comité investigador del senador Church, Helms declaró: "Tengo la impresión que el Presidente llamó a esta reunión, en que yo escribí mis notas a mano, debido a la presencia de Edwards en Washington y eso... Edwards estuvo informándonos sobre las condiciones en Chile".

FINANCIANDO EL MERCURIO

Tres días después de instalado Allende en La Moneda, Nixon emplazó -6 de noviembre- a su Consejo de Seguridad Nacional a discutir una mejor estrategia para herirlo. ¡"Derróquelo!", recomendó su secretario de Estado, William Rogers. Kissinger presentó cinco puntos diseñados por la CIA para desestabilizar la capacidad de Allende de gobernar. El número 4 se titula "Asistencia a ciertos periódicos usando a los medios de comunicación de Chile capaces de criticar al gobierno de Allende".

La ayuda a los medios de comunicación del grupo Edwards empezó antes que asumiera Allende. Una tarde de septiembre de 1970 altos funcionarios de la Administración Nixon cabildeaban en secreto ante las compañías estadounidenses y las instituciones financieras "para hacer chillar la economía de Chile", según las instrucciones del Presidente. El embajador Korry intercedió ante uno de los acreedores norteamericanos de El Mercurio, First NCB, para que fuera indulgente con las deudas de Edwards. "He hablado de nuevo [a] aquí con el gerente de First NCB", informó Korry en un mensaje Top Secret/Eyes Only del 25 de septiembre. "¿Por qué están poniendo a El Mercurio contra la pared? Le dije que no me gustaría informar a la Casa Blanca de esta acción extraña que podría tener sólo el efecto de amordazar a la única voz libre de Chile". Korry aseguró que el gerente "cambiaría rápidamente su melodía con El Mercurio".

Para variar, El Mercurio estaba en dificultades financieras con sus acreedores. Las instrucciones de Nixon de "hacer chillar la economía" (15/9/70) y de un asedio invisible contra las transacciones económicas bilaterales y multilaterales en Chile también afectaban la salud financiera de los grandes negocios. La fortaleza del sindicato izquierdista del diario y el recorte del flujo de publicidad del gobierno -a consecuencia de una ley aprobada por un Congreso controlado por la oposición- inspiraron a Edwards para "denunciar" inexistentes intentos de cerrar deliberadamente los medios de comunicación de oposición. La libertad de prensa fue entonces el tema número uno en los ataques de la propaganda de la administración de Nixon contra Allende.

A comienzos de septiembre de 1971, un emisario de El Mercurio se acercó a la estación de la CIA -al parecer en Santiago- a pedir fondos. El día 8, la CIA pidió un millón de dólares al Comité de los 40 -la agrupación secreta de altos funcionarios liderada por Kissinger para vigilar las "operaciones encubiertas". El Mercurio podría así sobrevivir uno o dos años. La CIA aseguró que "sin ese apoyo financiero el diario cerraría antes de fin de mes, aunque este cierre sería por razones económicas". También afirmaba que "no hay ninguna duda que estos problemas financieros han estado inspirados políticamente".

"SUBIENDOSE POR EL CHORRO..."

Las demanda de la CIA encendieron un debate interno en la cerrada fábrica de la política estadounidense. Otro papel presentado a Kissinger como "Secret/Sensitive/Eyes Only", ahora desclasificado, propuso dos "opciones básicas":

1: Proporcionar urgentes 700 mil dólares iniciales a El Mercurio "para asegurarle el papel", fabricado entonces por La Papelera del grupo Matte y Jorge Alessandri y falsamente amenazado por Allende y "las obstrucciones obreras".

2: Cerrar El Mercurio (unilateralmente) y aullar al máximo por la libertad de la prensa, con "denuncias" a nivel mundial contra "el régimen marxista".

Para la CIA, la segunda opción era muy arriesgada porque "Allende podría demostrar que el cierre se producía por la ineptitud financiera de El Mercurio", o sea, la vieja historia de mala gestión Edwards. El jefe de la estación CIA y el embajador Korry votaron porque se diera plata, mientras otros burócratas creían que un millón de dólares era "un precio muy alto por tan poco tiempo de sobrevivencia" porque nunca pusieron en duda el cuento de que Allende iba a cortar el papel.

El Mercurio, efectivamente, dejó de salir un par de días, alegando "falta de papel", pero por su propia decisión. Entonces pareció una maniobra más en la campaña internacional CIA en favor de "la libertad de prensa", cuando el entonces monopolio del papel -Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones- lo detentaban Eleodoro Matte Ossa y Jorge Alessandri Rodríguez, ambos allegados y "protectores" de Edwards. Cualquier día "La Papelera", o la CMPC, amanece como dueña de El Mercurio por la deuda sempiterna de su diario favorito.

El gobierno de Allende nunca tuvo nada que ver con la CMPC, que siempre fue privada, aunque abusó de su posición monopólica protegida o tolerada por todos los gobiernos, incluso el de la UP (ver anexo sobre Allende y la libertad de expresión en www.elperiodista.cl). Pero hoy los papeles ex secretos hacen vislumbrar una segunda intención de Edwards en la movida de la auto clausura: ablandar y presionar a EEUU para que soltara más dinero. La sabia técnica de "dos pájaros de un tiro".

Los documentos muestran que Nixon autorizó personalmente los primeros fondos encubiertos por 700 mil dólares, el 14 de septiembre de 1971. Kissinger le dijo a Helms que el Presidente estaba dispuesto a más, con tal de "sostener el periódico".

La fuerza de la decisión presidencial estimuló a Helms a autorizar a la División CIA Hemisferio Occidental a "exceder los 700 mil, incluso por encima del millón de dólares, para garantizar el almacenamiento de papel supuestamente escaso.

En otra decisión, al parecer, guardada confidencialmente por los investigadores del Senado en 1974-75 y tachada cuando la CIA y el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) la desclasificaron, Kissinger aceptó personalmente una entrega adicional por 300 mil dólares.

Tanto dinero no era suficiente para saciar la voracidad del diario de Edwards. En abril de 1972, la CIA pidió otro "adicional" de 965 mil con el argumento mendaz de que Allende seguía amenazando el flujo de papel, cuando el problema real era la insolvencia financiera de la empresa. Otro memorando "top secret" informó a Kissinger que se trataba de "un préstamo" para cubrir el déficit mensual de la publicación hasta marzo de 1973 y "mantener un fondo de contingencia para [tachado], emergencias como requisitos del crédito, nuevos impuestos y otras deudas bancarias que podrían conocerse a corto plazo".

Según los argumentos CIA, ese dinero era "esencial" para que El Mercurio favoreciera a los candidatos de oposición respaldados por la agencia en las elecciones legislativas de marzo de 1973, donde Allende obtuvo más del 40 por ciento del apoyo popular.

Un memorando de conversación, del 15 de mayo de 1972, entre el CIA Jonathan Hanke y el ITT Hal Hendrix, da cuenta de un depósito por 100 mil dólares a favor de Edwards. "(Hendrix) me dijo que el dinero para el grupo Edwards pasó por una cuenta suiza", informó Hanke a sus superiores. Los agentes de la CIA lo escribían todo.

RECUADRO

Hitos del "Proyecto Mercurio"

" Edwards comenzó a cabildear "preventivamente" en EEUU antes que Allende fuera elegido -el 4 de septiembre de 1970- como jefe de Estado. Abogó por una intervención estadounidense agresiva. En marzo de 1970 le dijo al magnate David Rockefeller que "los Estados Unidos deben prevenir la elección de Allende", según su autobiografía publicada en 2002.

" Antes que Allende asumiera -el 3 de noviembre de 1970- discutió con la CIA "el cronograma para una posible acción militar" que impidiera la asunción.

" El gobierno de Nixon autorizó casi dos millones de dólares para fortalecer a El Mercurio, una suma estratosférica en el mercado negro de la época.

" Un cable secreto de la CIA de mediados de 1973 identifica a El Mercurio como "el partidario más ferviente de la oposición" de una intervención militar para deponer a Allende.