jueves, 11 de septiembre de 2008

Desclasifican nuevas conversaciones entre Nixon y Kissinger para derrocar a Allende

Un registro de conversaciones hasta hoy inéditas entre Richard Nixon y Henry Kissinger para impedir que Allende asumiera el poder en 1970, y otro cuando sólo faltaban semanas para el Golpe de Estado, revela nuevos detalles de cómo ambos se empecinaron en derrocar el gobierno de la Unidad Popular, al punto de decir: El gran problema hoy en día es Chile. Entre las novedades figura la noticia que le da Kissinger a Nixon: Agustín Edwards ha huido y llega aquí el lunes. Me voy a reunir con él el lunes…

Por Peter Kornbluh*

Treinta y cinco años después del Golpe de Estado en Chile, apoyado por Estados Unidos, transcripciones recientemente desclasificadas de las conversaciones del entonces consejero de seguridad nacional de Estados Unidos Henry Kissinger con el director de la CIA Richard Helms, el Secretario de Estado William Rogers y especialmente con el Presidente Richard Nixon, revelan nuevos episodios sobre la trama interna de cómo su administración preparó la desestabilización del primer gobierno socialista elegido democráticamente en el mundo.

Si el 15 de septiembre de 1970, cuando Nixon ordenó a la CIA “evitar que Allende asumiera el poder, o lo derrocara”, era considerado el punto de partida para las operaciones encubiertas de Estados Unidos que contribuyeron al derrocamiento del gobierno de Salvador Allende, estas nuevas revelaciones cambian el mapa de la operación.

Según estas transcripciones, Nixon y Kissinger iniciaron sus planes para revertir los resultados de las elecciones chilenas tres días antes. Al mediodía del 12 de septiembre de 1970, Kissinger llamó a Helms para agendar una reunión urgente del “Comité 40”, un grupo de alto rango que supervisaba las operaciones encubiertas del gobierno de los Estados Unidos. Aproximadamente 35 minutos más tarde, en medio de un informe verbal que se le entregaba a Nixon sobre un secuestro de avión con rehenes en Amman, Jordania, Kissinger le dijo al Presidente: El gran problema hoy en día es Chile.

Esa trascripción revela cómo el Presidente de Estados Unidos concentró su atención en los esfuerzos por impedir el arribo al poder de Allende. En esa llamada, Nixon exigió ver todas las instrucciones que se le enviaban al embajador de EE.UU. en Santiago, Edward Korry. Al punto de ordenar que el Departamento de Estado fuera alertado de que él quería ver todos los cables enviados a Chile.

-Quiero una evaluación sobre las opciones disponibles -le dijo Nixon a Kissinger.

Cuando Kissinger le respondió que la posición del Departamento de Estado era la de permitir que Allende asumiera el poder y entonces ver lo que se podía hacer, Nixon inmediatamente vetó esa idea. ¿Igual como ocurrió con Castro? ¿Cómo ocurrió en Checoslovaquia? La misma gente dijo la misma cosa. No permitas que lo hagan, instruyó el Presidente.

En esa conversación, Kissinger y Nixon también hablaron sobre Agustín Edwards, el empresario y dueño del diario El Mercurio.

-Agustín Edwards ha huido –le informó dramáticamente Kissinger al Presidente-, y llega aquí el lunes. Me voy a reunir con él el lunes para conocer su versión de la situación.

-No queremos que se filtre un gran artículo respecto de que estamos tratando de derrocar al gobierno –respondió Nixon

El Secretario de Estado William Rogers, a quien Nixon y Kissinger en buena parte excluyeron de las deliberaciones sobre Chile, era igualmente sensible a esa posibilidad. La transcripción de su conversación con Kissinger dos días después refleja el nivel de preocupación del Departamento de Estado sobre la posibilidad de que Washington pudiera ser descubierto en su intento de subvertir la democracia electoral en Chile. En su conversación del 14 de septiembre, Rogers predijo con precisión: Sea lo que sea que hagamos, probablemente terminará muy mal. También le sugirió a Kissinger encubrir el rastro documental sobre las operaciones estadounidenses para asegurar que el registro documental no se vea mal.

-Mi sensación -y creo que coincide con la del Presidente- es que debemos incentivar un resultado diferente al de [referencia censurada], pero debemos hacerlo tan discretamente que no nos salga el tiro por la culata –le concedió Rogers a Kissinger.

La conversación continúa:

Kissinger: La única duda es cómo se define “el tiro por la culata”.

Rogers: Que nos descubran haciendo algo. Después de todo lo que hablamos sobre elecciones, si la primera vez que un comunista (sic) gana una elección, Estados Unidos intenta impedir que el proceso constitucional tome su curso, nos vamos a ver muy mal.

Kissinger: El Presidente opina que se debe hacer todo lo posible para evitar que Allende asuma el poder, pero a través de canales chilenos y con un bajo perfil.

El informe de un comité especial del Senado de EE.UU. que a mediados de los ‘70 investigó las operaciones encubiertas de la CIA en Chile, no citó estas transcripciones secretas, a pesar de que son el registro de las primeras conversaciones sustanciales entre Nixon y Kissinger sobre cómo impedir que Allende asumiera el gobierno. En entrevistas con dos miembros de ese comité del Senado que redactaron ese informe -Acciones Encubiertas en Chile,1963-1973-, ninguno recordaba haber visto estos dramáticos documentos, que incluyen una conversación hasta ahora desconocida entre el Presidente Nixon y su Consejero de Seguridad Nacional, Kissinger, respecto de las posibilidades de derrocar a Allende, sólo diez semanas antes del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.

La búsqueda de los Telcons

En los días posteriores a la estrecha elección de Salvador Allende como Presidente de Chile el 4 de septiembre de 1970, Henry Kissinger sostuvo una serie de conversaciones telefónicas urgentes sobre “cómo hacerlo” en Chile. No permitiremos que Chile se vaya por el alcantarillado, le dijo Kissinger en una de esas llamadas al director de la CIA, Richard Helms. Estoy contigo, le respondió Helms.

Fue el 15 de septiembre, durante una reunión de 15 minutos en la Casa Blanca a la que asistió Kissinger, cuando el Presidente Nixon instruyó al director de la CIA, Richard Helms, de que la elección de Allende era inaceptable. Fue entonces que ordenó a la agencia actuar con su ya conocida frase hay que hacer gritar a la economía para salvar a Chile, como lo registró Helms en sus apuntes.

La CIA lanzó una campaña masiva de operaciones encubiertas –primero para impedir que Allende asumiera el gobierno, y cuando esa estrategia fracasó, para minar su gobernabilidad. Nuestra principal preocupación en Chile es la posibilidad de que [Allende] se consolide, y que su imagen ante el mundo sea su éxito, dijo Nixon ante su Consejo de Seguridad Nacional el 6 de noviembre de 1970, dos días después de que Allende iniciara su gobierno.

Las transcripciones de estas conversaciones telefónicas, conocidas como telcons, fueron creadas originalmente por Kissinger, quien grababa secretamente las llamadas que hacía y recibía (y luego pedía a su secretaria transcribirlas) mientras estaba en el gobierno. Cuando Kissinger dejó la Casa Blanca en enero de 1977, se llevó más de 30 mil páginas de transcripciones, aduciendo que eran “documentos personales”, y los usó selectivamente para escribir sus memorias.

En 1999, la organización National Security Archive inició acciones legales para obligar a Kissinger a devolver estos registros al gobierno. A solicitud del analista del Archivo, William Burr, los telcons sobre las crisis de política exterior de comienzos de los ‘70, incluyendo cuatro conversaciones desconocidas sobre Chile, fueron desclasificados recientemente por la Biblioteca Presidencial de Nixon.

El “Tanquetazo” hace vibrar a Nixon

Hasta el momento, la desclasificación de los telcons de Kissinger no ha entregado mucha evidencia de conversaciones telefónicas sobre Chile mientras se desarrollaban las operaciones de la CIA para desestabilizar a Allende en los años que siguieron. Pero a las 11 de la mañana del 4 de julio de 1973, la grabadora clandestina de Kissinger captó otra conversación hasta ahora desconocida con el Presidente Nixon. Menos de una semana después de un abortado Golpe de Estado en Santiago –el tanquetazo del 29 de junio-, Nixon llamó a Kissinger desde su casa de veraneo en San Clemente, California, para hablar sobre Allende y las perspectivas de un pronto derrocamiento de su gobierno.

Nixon: Sabes, creo que ese tipo chileno podría tener algunos problemas.

Kissinger: ¡Ah, tiene tremendos problemas! Definitivamente tiene tremendos problemas.

Nixon: Si sólo el Ejército pudiera lograr tener el respaldo de alguna gente.

Kissinger: Y ese golpe la semana pasada, no tuvimos nada que ver con él, pero igual, parece que salió prematuramente.

Nixon: Es cierto, y el hecho de que haya conformado un gabinete sin militares es, pienso yo, muy significativo.

Kissinger: Es muy significativo.

Nixon: Muy significativo porque esos tipos militares allá son bien orgullosos y tal vez ellos… ¿Cierto?

Kissinger: Sí, pienso que él está definitivamente en problemas.

Sólo diez semanas más tarde, los militares efectivamente derrocaron a Allende en un sangriento Golpe de Estado. El 15 de septiembre de 1973, Nixon llamó a Kissinger nuevamente. Se lamentaron sobre lo que Kissinger calificó como los diarios llorones y la sucia hipocresía de la prensa por concentrarse en la represión de los militares chilenos y las condenas al rol jugado por Estados Unidos. En este telcon, que fue desclasificado en mayo de 2004, Nixon señala:

-Nuestra mano se mantiene oculta en esto.

Y Kissinger replica: No lo hicimos nosotros… Quiero decir, les ayudamos. [Censurado] creó las máximas condiciones posibles… En la era de Eisenhower, seríamos considerados héroes.

jueves, 4 de septiembre de 2008

DISCURSO DE LA VICTORIA

Noche del 4 de septiembre de 1970

Con profunda emoción les hablo desde esta improvisada tribuna por medio de estos deficientes amplificadores.
¡Qué significativa es -más que las palabras- la presencia del pueblo de Santiago que, interpretando a la inmensa mayoría de los chilenos, se congrega para reafirmar la victoria que alcanzamos limpiamente el día de hoy, victoria que abre un camino nuevo para la patria, y cuyo principal actor es el pueblo de Chile aquí congregado!
¡Qué extraordinariamente significativo es que pueda yo dirigirme al pueblo de Chile y al pueblo de Santiago desde la Federación de Estudiantes!
Esto posee un valor y un significado muy altos.
Nunca un candidato triunfante por la voluntad y el sacrificio del pueblo usó una tribuna que tuviera mayor trascendencia, porque todos lo sabemos: la juventud de la patria fue vanguardia en esta gran batalla, que no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un pueblo; ella es la victoria de Chile alcanzada limpiamente esta tarde.
Yo les pido a ustedes que comprendan que soy tan solo un hombre, con todas las flaquezas y debilidades que tiene un hombre; y si pude soportar -porque cumplía una tarea- la derrota de ayer, hoy sin soberbia y sin espíritu de venganza, acepto este triunfo que nada tiene de personal y que se lo debo a radicales, socialistas, comunistas, socialdemócratas, a gentes del MAPU y del API, y a miles de independientes.
Se lo debo al hombre anónimo y sacrificado de la patria; se lo debo a la humilde mujer de nuestra tierra. Le debo este triunfo al pueblo de Chile, que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre.
La victoria alcanzada por ustedes tiene una honda significación nacional. Desde aquí declaro, solemnemente, que respetaré los derechos de todos los chilenos. Pero también declaro, y quiero que lo sepan definitivamente, que al llegar a La Moneda, y siendo el pueblo gobierno, cumpliremos el compromiso histórico que hemos contraído de convertir en realidad el programa de la Unidad Popular.
Lo dije: No tenemos ni podríamos tener ningún propósito pequeño de venganza. Sería disminuir la victoria alcanzada. Pero, si no tenemos un propósito pequeño de venganza, tampoco, de ninguna manera, vamos a claudicar, a comerciar el programa de la Unidad Popular, que fue la bandera del primer gobierno auténticamente democrático, popular, nacional y revolucionario de la historia de Chile.
Dije, y debo repetirlo:
Si la victoria no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria.
Pero yo sé que ustedes, que hicieron posible que el pueblo sea mañana gobierno, tendrán la responsabilidad histórica de realizar lo que Chile anhela para convertir a nuestra patria en un país señero en el progreso, en la justicia social, en los derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven de nuestra tierra.
Hemos triunfado para derrotar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios, para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de importación y exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que impulsará nuestro desarrollo.
Por eso, esta noche, que pertenece a la historia, en este momento de júbilo, yo expreso mi emocionante reconocimiento a los hombres y mujeres, a los militantes de los partidos populares e integrantes de las fuerzas sociales que hicieron posible esta victoria que tiene proyecciones más allá de las fronteras de la propia patria.
Para los que están en la pampa o en la estepa, para los que me escuchan en el litoral, para los que laboran en la precordillera, para la simple dueña de casa, para el catedrático universitario, para el joven estudiante, el pequeño comerciante o industrial, para el hombre y la mujer de Chile, para el joven de la tierra nuestra, para todos ellos, el compromiso que yo contraigo ante mi conciencia y ante el pueblo -actor fundamental de esta victoria- es ser auténticamente leal en la gran tarea común y colectiva. Lo he dicho: mi único anhelo es ser para ustedes el compañero presidente.
Han sido el hombre anónimo y la ignorada mujer de Chile los que han hecho posible este hecho social trascendental. Miles y miles de chilenos sembraron su dolor y su esperanza en esta hora que al pueblo pertenece. Y desde otras fronteras, desde otros países, se mira con satisfacción profunda la victoria alcanzada. Chile abre un camino que otros pueblos de América y del mundo podrán seguir. La fuerza vital de la unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá el cauce para que los pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio destino.
Somos lo suficientemente responsables para comprender que cada país y cada nación tiene sus propios problemas, su propia historia y su propia realidad. Y frente a esa realidad serán los dirigentes políticos de esos pueblos los que adecuarán la táctica que deberá adoptarse. Nosotros sólo queremos tener las mejores relaciones políticas, culturales, económicas, con todos los países del mundo. Sólo pedimos que respeten -tendrá que ser así- el derecho del pueblo de Chile a haberse dado el gobierno de la Unidad Popular.
Somos y seremos respetuosos de la autodeterminación y de la no intervención. Ello no significará acallar nuestra adhesión solidaria con los pueblos que luchan por su independencia económica y por dignificar la vida del hombre en los distintos continentes.
Sólo quiero señalar ante la historia el hecho trascendental que ustedes han realizado, derrotando la soberbia del dinero, la presión y amenaza; la información deformada, la campaña del terror, de la insidia y la maldad. Cuando un pueblo ha sido capaz de esto, será capaz también de comprender que sólo trabajando más y produciendo más podremos hacer que Chile progrese y que el hombre y la mujer de nuestra tierra, la pareja humana, tengan derecho auténtico al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la educación, al descanso, a la cultura y a la recreación.
Pondremos toda la fuerza creadora del pueblo en tensión, para hacer posible estas metas humanas que se ha trazado el programa de la Unidad Popular.
Juntos, con el esfuerzo de ustedes, vamos a realizar los cambios que Chile reclama y necesita. Vamos a hacer un gobierno revolucionario.
La revolución no implica destruir, sino construir; no implica arrasar, sino edificar; y el pueblo de Chile está preparado para esa gran tarea en esta hora trascendente de nuestra vida.
Compañeras y compañeros, amigas y amigos:
¡Cómo hubiera deseado que los medios materiales de comunicación me hubieran permitido hablar más largamente con ustedes, y que cada uno hubiera oído mis palabras, húmedas de emoción, pero al mismo tiempo firmes en la convicción de la gran responsabilidad que todos tenemos y que yo asumo plenamente!
Yo les pido que esta manifestación sin precedentes se convierta en la demostración de la conciencia de un pueblo.
Ustedes se retirarán a sus casas sin que haya el menor asomo de una provocación y sin dejarse provocar.
El pueblo sabe que sus problemas no se solucionan rompiendo vidrios o golpeando un automóvil.
Y aquellos que dijeron que el día de mañana los disturbios iban a caracterizar nuestra victoria, se encontrarán con la conciencia y la responsabilidad de ustedes. Irán a su trabajo mañana o el lunes, alegres y cantando, cantando la victoria tan legítimamente alcanzada y cantando al futuro. Con las manos callosas del pueblo consciente y disciplinado podrá realizar.
América Latina y más allá de la frontera de nuestro pueblo, miran el mañana nuestro. Yo tengo plena fe en que seremos lo suficientemente fuertes, lo suficientemente serenos y fuertes, para abrir el camino venturoso hacia una vida distinta y mejor; para empezar a caminar por las esperanzadas alamedas del socialismo, que el pueblo de Chile con sus propias manos va a construir.
Reitero mi reconocimiento agradecido a los militantes de la Unidad Popular; a los Partido Radical, Comunista, Socialista, Social Demócrata, MAPU y API; y a los miles de independientes de izquierda que estuvieron con nosotros.
Expreso mi afecto y también mi reconocimiento agradecido a los compañeros dirigentes de esos partidos, que por sobre las fronteras de sus propias colectividades hicieron posible la fortaleza de esta unidad que el pueblo hizo suya. Y porque el pueblo la hizo suya ha sido posible la victoria, que es la victoria del pueblo.
El hecho de que estemos esperanzados y felices no significa que vayamos nosotros a descuidar a vigilancia. El pueblo, este fin de semana, tomará por el talle a la patria y bailaremos desde Arica a Magallanes, y desde la cordillera al mar, una gran cueca, como símbolo de la alegría sana de nuestra victoria.
Pero al mismo tiempo, mantendremos nuestros comités de acción popular, en actitud vigilante, en actitud responsable, para estar dispuestos a responder a un llamado si es necesario que haga el comando de la Unidad Popular. Llamado para que los comités de empresas, de fábricas, de hospitales, en las juntas de vecinos y en los barrios y en las poblaciones proletarias vayan estudiando los problemas y las soluciones; porque presurosamente tendremos que poner en marcha el país. Yo tengo fe, profunda fe, en la honradez, en la conducta heroica de cada hombre y cada mujer que hizo posible esta victoria.
Vamos a trabajar más.
Vamos a producir más.
Pero trabajaremos más para la familia chilena, para el pueblo y para Chile, con orgullo de chilenos y con la convicción de que estamos realizando una grande y maravillosa tarea histórica.
¡Cómo siento en lo íntimo de mi fibra de hombre, cómo siento en las profundidades humanas de mi condición de luchador, lo que cada uno de ustedes me entrega! Esto que hoy germina es una larga jornada. Yo sólo tomé en mis manos la antorcha que encendieron los que antes que nosotros lucharon junto al pueblo y por el pueblo.
Este triunfo debemos dárselo en homenaje a los que cayeron en las luchas sociales y regaron con su sangre la fértil semilla de la revolución chilena que vamos a realizar.
Quiero antes de terminar, y es honesto hacerlo así, reconocer que el gobierno entregó las cifras y los datos de acuerdo con los resultados electorales.
Quiero reconocer que el jefe de plaza, general Camilo Valenzuela, autorizó este acto, acto multitudinario, en la convicción y la certeza que yo le diera de que el pueblo se congregaría, como está aquí, en actitud responsable, sabiendo que ha conquistado el derecho a ser respetado; respetado en su vida y respetado en su victoria; el pueblo que sabe que entrará conmigo a La Moneda el 4 de noviembre de este año.
Quiero destacar que nuestros adversarios de la Democracia Cristiana han reconocido en una declaración la victoria popular.
No le vamos a pedir a la derecha que lo haga. No lo necesitamos. No tenemos ningún ánimo pequeño en contra de ella. Pero ella no será capaz jamás de reconocer la grandeza que tiene el pueblo en sus luchas, nacida de su dolor y de su esperanza.
Nunca, como ahora, sentí el calor humano; y nunca, como ahora, la Canción Nacional tuvo para ustedes y para mí tanto y profundo significado. En nuestros discursos lo dijimos: somos los herederos legítimos de los padres de la patria, y juntos haremos la segunda independencia: la independencia económica de Chile.
Ciudadanas y ciudadanos de Santiago, trabajadores de la patria: ustedes y sólo ustedes son los triunfadores. Los partidos populares y las fuerzas sociales han dado esta gran lección, que se proyecta más allá, reitero, de nuestras fronteras materiales.
Les pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada y que esta noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos por delante, cuando tengamos que poner más pasión, más cariño, para hacer cada vez más grande a Chile y cada vez más justa la vida en nuestra patria.
Gracias, gracias, compañeras. Gracias, gracias, compañeros. Ya lo dije un día. Lo mejor que tengo me lo dio mi partido, la unidad de los trabajadores y la Unidad Popular.

A la lealtad de ustedes, responderé con la lealtad de un gobernante del pueblo; con la lealtad del Compañero Presidente.

miércoles, 30 de julio de 2008

Agustín Edwards Eastman y la CIA

El propietario de El Mercurio supo sacar ventajas de EEUU en favor de su empresa, para variar en crisis también cuando asumió Salvador Allende -por mala gestión endémica. O sea, mató dos pájaros de un tiro: entre 1970 y 1973 convenció a la administración Nixon para intervenir en Chile y obtuvo de la CIA un millón 965 mil dólares, unos 8,5 millones de dólares de hoy.

Un nuevo libro publicado este mes en Estados Unidos aporta -30 años después- el dato de 300 mil dólares "perdidos" de los casi dos millones que El Mercurio recibió directamente de la CIA. Además, documenta otros cien mil de cantidades mayores todavía no determinadas provenientes de corporaciones que colaboraron con la agencia, como International Telegraph and Telephone, ITT.

Los esfuerzos de Edwards por entusiasmar a EEUU para impedir que Allende asumiera el mando de la nación el 3 de noviembre de 1970, y luego para derrocarlo, una vez instalado en la Presidencia, absorben el capítulo "The El Mercurio File" del libro "The Pinochet File", publicado este mes en el país del norte, contribución del académico Peter Kornbluh por desenmascarar las intrigas y conspiraciones secretas de Nixon en Chile y América Latina.

LA CLAVE DEL INTERES EDWARDS

Según Seymour Hersh, en su libro "El Precio del Poder", un día antes de elegido Allende el embajador Edward Korry cablegrafió desde Santiago que Edwards le dijo "haber invertido todo sus ganancias de años en nuevas industrias y modernización que se estropearían si Allende ganara". Korry apostaba a que al día siguiente vencería Jorge Alessandri, pero ganó la Unidad Popular con el 36,3 por ciento. Días después, Edwards llamó al jefe local de la CIA en Santiago, Henry Hecksher, para obtener una reunión más privada con Korry, fuera de la embajada. Korry evoca: "...quiso hacerme sólo una pregunta: `Militarmente, ¿hará algo el gobierno de EEUU -directa o indirectamente?'". Hacer algo militar directamente significa invasión. Korry dice hoy que "mi respuesta fue ¡No!".

Para que sus lectores estadounidenses visualicen mejor a Edwards, por esos años uno de los más ricos de Chile -con negocios bancarios, seguros, bebidas y una larga lista de empresas-, grandes medios de comunicación entre la media docena de corporaciones que controlan la prensa de EEUU, con presencia en Australia e Inglaterra.

Con la desclasificación de miles de archivos secretos de la CIA y de la Casa Blanca ahora existe un valioso banco de datos para comprender mejor cómo el dueño del pretendido émulo latinoamericano del The New York Times colaboró en fomentar el Golpe.

ABLANDANDO A NIXON


Edwards voló a Estados Unidos en cuanto ganó Allende -su hermana Sonia (izquierdista) quedó a cargo del diario- para dedicarse al lobby en la Casa Blanca. En sus memorias "Años de la Casa Blanca", Henry Kissinger anotó que fue frecuentado por Edwards y Donald Kendall, presidente de Pepsi Co., amigo del chileno y uno de los más íntimos de Nixon, además de generoso contribuyente de sus campañas.

El 14 de septiembre, Kendall visitó a Nixon para relatarle sus conversaciones con Edwards. Kissinger, entonces consejero de seguridad nacional, y John Mitchell, fiscal general, desayunaron con Edwards y Kendall al día siguiente, a instancias de Nixon, para escuchar sus propuestas ante la amenaza que significaba Allende. Kissinger llamó también al director de la CIA, Richard Helms, para que escuchara "la visión de Edwards" sobre Allende. Se encontraron en un hotel de Washington.

Lo que Edwards le dijo al director de la CIA fue "top secret" durante 30 años. Pero ahora, desclasificado el memorándum CIA "Discusión sobre la Situación Política chilena", el nombre de Edwards aparece tachado, aunque el texto deja claro que no pudo tratarse más que de una reunión Helms-Edwards por las alusiones al cónclave con Kissinger, asegura Kornbluh. El memorándum revela que Edwards promovió operaciones encubiertas estadounidenses orientadas a un golpe militar para detener a Allende antes de asumir la presidencia.

El memorándum registra que el chileno informó porqué Alessandri perdió la elección y "la posibilidad de una solución constitucional" -esquema inicial de la embajada de EEUU- mediante sobornos CIA a diputados chilenos que proclamarían a Alessandri, el segundo, en lugar de Allende, el ganador, posibilidad permitida por la Constitución de 1925 y factor desencadenante del asesinato del comandante en jefe del Ejército, general René Schneider. Alessandri renunciaría, habría nuevas elecciones y ganaría el democristiano Eduardo Frei Montalva, presidente saliente pero habilitado legalmente porque no sería una "re-elección".

El memorándum también registró probables riesgos de las "tesis edwardianas":

1. Si el esquema no funcionaba, ¿entonces, que? ...

2. Algunos diputados podrían actuar demasiado rápido o anunciar prematuramente su intención, gatillando "manifestaciones callejeras de los comunistas".

3. El general jubilado Roberto Viaux, cabecilla del intento de golpe de octubre de 1969 (contra Frei) [hay otro nombre tachado] o "algún otro prospecto" podría intentar un golpe y abortar cualquier esfuerzo por otro en serio.

El memo CIA registró también que Helms/Edwards consideraron otras opciones en el "Cronograma para una posible acción militar". Así se gestó la reunión de 15 minutos en la Oficina Oval, la tarde del 15 de septiembre, en que Nixon emitió su ahora célebre orden para fomentar la acción militar que impediría a Allende llegar a La Moneda, registrada para la historia en los garabatos manuscritos de las notas de Helms: "¡Quizás, 1 en 10 oportunidades, pero hay que salvar a Chile!... No importan los riesgos involucrados... US $10.000.000 disponibles, y más si es necesario. Trabajo a tiempo completo -con nuestros mejores hombres. Hacer chillar la economía". Años después, cuando testificó bajo juramento ante el Comité investigador del senador Church, Helms declaró: "Tengo la impresión que el Presidente llamó a esta reunión, en que yo escribí mis notas a mano, debido a la presencia de Edwards en Washington y eso... Edwards estuvo informándonos sobre las condiciones en Chile".

FINANCIANDO EL MERCURIO

Tres días después de instalado Allende en La Moneda, Nixon emplazó -6 de noviembre- a su Consejo de Seguridad Nacional a discutir una mejor estrategia para herirlo. ¡"Derróquelo!", recomendó su secretario de Estado, William Rogers. Kissinger presentó cinco puntos diseñados por la CIA para desestabilizar la capacidad de Allende de gobernar. El número 4 se titula "Asistencia a ciertos periódicos usando a los medios de comunicación de Chile capaces de criticar al gobierno de Allende".

La ayuda a los medios de comunicación del grupo Edwards empezó antes que asumiera Allende. Una tarde de septiembre de 1970 altos funcionarios de la Administración Nixon cabildeaban en secreto ante las compañías estadounidenses y las instituciones financieras "para hacer chillar la economía de Chile", según las instrucciones del Presidente. El embajador Korry intercedió ante uno de los acreedores norteamericanos de El Mercurio, First NCB, para que fuera indulgente con las deudas de Edwards. "He hablado de nuevo [a] aquí con el gerente de First NCB", informó Korry en un mensaje Top Secret/Eyes Only del 25 de septiembre. "¿Por qué están poniendo a El Mercurio contra la pared? Le dije que no me gustaría informar a la Casa Blanca de esta acción extraña que podría tener sólo el efecto de amordazar a la única voz libre de Chile". Korry aseguró que el gerente "cambiaría rápidamente su melodía con El Mercurio".

Para variar, El Mercurio estaba en dificultades financieras con sus acreedores. Las instrucciones de Nixon de "hacer chillar la economía" (15/9/70) y de un asedio invisible contra las transacciones económicas bilaterales y multilaterales en Chile también afectaban la salud financiera de los grandes negocios. La fortaleza del sindicato izquierdista del diario y el recorte del flujo de publicidad del gobierno -a consecuencia de una ley aprobada por un Congreso controlado por la oposición- inspiraron a Edwards para "denunciar" inexistentes intentos de cerrar deliberadamente los medios de comunicación de oposición. La libertad de prensa fue entonces el tema número uno en los ataques de la propaganda de la administración de Nixon contra Allende.

A comienzos de septiembre de 1971, un emisario de El Mercurio se acercó a la estación de la CIA -al parecer en Santiago- a pedir fondos. El día 8, la CIA pidió un millón de dólares al Comité de los 40 -la agrupación secreta de altos funcionarios liderada por Kissinger para vigilar las "operaciones encubiertas". El Mercurio podría así sobrevivir uno o dos años. La CIA aseguró que "sin ese apoyo financiero el diario cerraría antes de fin de mes, aunque este cierre sería por razones económicas". También afirmaba que "no hay ninguna duda que estos problemas financieros han estado inspirados políticamente".

"SUBIENDOSE POR EL CHORRO..."

Las demanda de la CIA encendieron un debate interno en la cerrada fábrica de la política estadounidense. Otro papel presentado a Kissinger como "Secret/Sensitive/Eyes Only", ahora desclasificado, propuso dos "opciones básicas":

1: Proporcionar urgentes 700 mil dólares iniciales a El Mercurio "para asegurarle el papel", fabricado entonces por La Papelera del grupo Matte y Jorge Alessandri y falsamente amenazado por Allende y "las obstrucciones obreras".

2: Cerrar El Mercurio (unilateralmente) y aullar al máximo por la libertad de la prensa, con "denuncias" a nivel mundial contra "el régimen marxista".

Para la CIA, la segunda opción era muy arriesgada porque "Allende podría demostrar que el cierre se producía por la ineptitud financiera de El Mercurio", o sea, la vieja historia de mala gestión Edwards. El jefe de la estación CIA y el embajador Korry votaron porque se diera plata, mientras otros burócratas creían que un millón de dólares era "un precio muy alto por tan poco tiempo de sobrevivencia" porque nunca pusieron en duda el cuento de que Allende iba a cortar el papel.

El Mercurio, efectivamente, dejó de salir un par de días, alegando "falta de papel", pero por su propia decisión. Entonces pareció una maniobra más en la campaña internacional CIA en favor de "la libertad de prensa", cuando el entonces monopolio del papel -Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones- lo detentaban Eleodoro Matte Ossa y Jorge Alessandri Rodríguez, ambos allegados y "protectores" de Edwards. Cualquier día "La Papelera", o la CMPC, amanece como dueña de El Mercurio por la deuda sempiterna de su diario favorito.

El gobierno de Allende nunca tuvo nada que ver con la CMPC, que siempre fue privada, aunque abusó de su posición monopólica protegida o tolerada por todos los gobiernos, incluso el de la UP (ver anexo sobre Allende y la libertad de expresión en www.elperiodista.cl). Pero hoy los papeles ex secretos hacen vislumbrar una segunda intención de Edwards en la movida de la auto clausura: ablandar y presionar a EEUU para que soltara más dinero. La sabia técnica de "dos pájaros de un tiro".

Los documentos muestran que Nixon autorizó personalmente los primeros fondos encubiertos por 700 mil dólares, el 14 de septiembre de 1971. Kissinger le dijo a Helms que el Presidente estaba dispuesto a más, con tal de "sostener el periódico".

La fuerza de la decisión presidencial estimuló a Helms a autorizar a la División CIA Hemisferio Occidental a "exceder los 700 mil, incluso por encima del millón de dólares, para garantizar el almacenamiento de papel supuestamente escaso.

En otra decisión, al parecer, guardada confidencialmente por los investigadores del Senado en 1974-75 y tachada cuando la CIA y el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) la desclasificaron, Kissinger aceptó personalmente una entrega adicional por 300 mil dólares.

Tanto dinero no era suficiente para saciar la voracidad del diario de Edwards. En abril de 1972, la CIA pidió otro "adicional" de 965 mil con el argumento mendaz de que Allende seguía amenazando el flujo de papel, cuando el problema real era la insolvencia financiera de la empresa. Otro memorando "top secret" informó a Kissinger que se trataba de "un préstamo" para cubrir el déficit mensual de la publicación hasta marzo de 1973 y "mantener un fondo de contingencia para [tachado], emergencias como requisitos del crédito, nuevos impuestos y otras deudas bancarias que podrían conocerse a corto plazo".

Según los argumentos CIA, ese dinero era "esencial" para que El Mercurio favoreciera a los candidatos de oposición respaldados por la agencia en las elecciones legislativas de marzo de 1973, donde Allende obtuvo más del 40 por ciento del apoyo popular.

Un memorando de conversación, del 15 de mayo de 1972, entre el CIA Jonathan Hanke y el ITT Hal Hendrix, da cuenta de un depósito por 100 mil dólares a favor de Edwards. "(Hendrix) me dijo que el dinero para el grupo Edwards pasó por una cuenta suiza", informó Hanke a sus superiores. Los agentes de la CIA lo escribían todo.

RECUADRO

Hitos del "Proyecto Mercurio"

" Edwards comenzó a cabildear "preventivamente" en EEUU antes que Allende fuera elegido -el 4 de septiembre de 1970- como jefe de Estado. Abogó por una intervención estadounidense agresiva. En marzo de 1970 le dijo al magnate David Rockefeller que "los Estados Unidos deben prevenir la elección de Allende", según su autobiografía publicada en 2002.

" Antes que Allende asumiera -el 3 de noviembre de 1970- discutió con la CIA "el cronograma para una posible acción militar" que impidiera la asunción.

" El gobierno de Nixon autorizó casi dos millones de dólares para fortalecer a El Mercurio, una suma estratosférica en el mercado negro de la época.

" Un cable secreto de la CIA de mediados de 1973 identifica a El Mercurio como "el partidario más ferviente de la oposición" de una intervención militar para deponer a Allende.


lunes, 16 de junio de 2008

Kissinger condenó a Allende de antemano

"Le recomiendo oponernos a Allende con toda nuestra fuerza y hacer todo lo posible para impedir que se consolide en el poder, teniendo cuidado de que aparentemos estar reaccionando a sus movimientos", escribió Kissinger en un documento reservado fechado el 5 de noviembre de 1970.
El documento de ocho páginas revela también que, para el entonces consejero de Seguridad Nacional de Nixon, Allende tenía capacidad para ampliar su popularidad en las elecciones de 1976, que no llegaron a celebrarse.
La máxima preocupación del poderoso funcionario era que Allende tuviera éxito en su gestión e inspirara así a movimientos izquierdistas en otros países, incluida Europa occidental, según admitió propio Kissinger en su memorándum "secreto/delicado" ("Secret/Sensitive").
"El ejemplo de un gobierno marxista electo exitoso en Chile tendría, seguramente, un impacto --y aun valor como precedente-- en otras partes del mundo, especialmente en Italia", advierte el documento dirigido a Nixon pocas horas antes de una reunión clave del Consejo de Seguridad Nacional.
El actual secretario de Estado Colin Powell, sostuvo que la actitud de Washington respecto de Allende en Chile "no es una parte de la historia estadounidense de la que nos sintamos orgullosos".
El informe recién conocido deja en evidencia que el "ataque preventivo" implementado en Iraq por el presidente George W. Bush tiene, como doctrina, antecedentes en la historia estadounidense, al contrario de lo que hasta ahora decían, escandalizados o complacidos, simpatizantes y adversarios del gobierno.
Pero las maniobras desestabilizadoras de Washington contra el gobierno de Allende no tuvieron entre sus motivaciones la evaluación de Chile como fuente de amenazas militares directas o subversivas contra Estados Unidos, según el documento escrito por Kissinger.
En 1970, Kissinger urgió a su jefe a rechazar el enfoque de convivencia pacífica recomendado por el Departamento de Estado oficina que dos años después encabezaría él mismo.
"La imitación de fenómenos similares en otras partes afectaría significativamente el equilibrio mundial y nuestra propia posición", según el funcionario.
El documento deja en evidencia los argumentos que estaban detrás de la política de desestabilización ejercida en Chile por el gobierno de Nixon, según Peter Kornbluh, autor de "El archivo Pinochet: Informe desclasificado sobre atrocidades y responsabilidad".
"Este documento es la piedra de Roseta para descifrar las motivaciones de Kissinger y Nixon al socavar la democracia chilena", dijo a IPS Kornbluh, quien obtuvo el informe a través de los mecanismos establecidos por la Ley de Libertad de Información (FoIA).
"También fortalece el juicio de la historia sobre el papel de Kissinger como principal defensor del derrocamiento del gobierno de Allende", agregó el investigador, quien dirigió durante más de 10 años el Proyecto de Documentación sobre Chile del centro académico independiente Archivo de Seguridad Nacional.
En sus memorias, Kissinger negó que Estados Unidos haya intentado deliberadamente desestabilizar a Allende.
Allende fue, finalmente, depuesto en un sangriento golpe de Estado encabezado por el general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973, dando inicio a una dictadura que duró 17 años.
El presidente se suicidó antes de que los conspiradores lo capturaran.
"Estados Unidos no intentó desestabilizar a Allende, sino mantener a aquellos partidos políticos que tradicionalmente participaron en elecciones, y nuestra preocupación eran las elecciones de 1976 y no el golpe de 1973, del que no sabíamos nada y con el que no tuvimos nada que ver", dijo Kissinger en sus memorias.
Kornbluh concluyó en su libro que no existe evidencia concreta de participación de la CIA en el golpe de Estado, aunque sí la hay de un rol de Washington en la preparación del terreno para la conspiración y en el respaldo a Pinochet luego de encaramarse en el poder.
"Los peligros de no hacer nada" para impedir que Allende consolidara su posición en el gobierno chileno "son mayores a los riesgos que corremos si tratamos de hacer algo", escribió Kissinger en su memorándum. "La elección de Allende representa para nosotros uno de los desafíos más serios jamás afrontados en este hemisferio. Qué hacer al respecto podría ser la decisión de política exterior más histórica y difícil que usted tenga que tomar este año", escribió Kissinger a Nixon.
Un gobierno izquierdista en Chile "tendrá efecto en lo que suceda en el resto de América Latina y el mundo en desarrollo, en nuestra posición futura en el hemisferio y en el más amplio panorama mundial, incluidas las relaciones con la Unión Soviética", agregó. En ese sentido, Chile "se convertirá probablemente en líder de la oposición a nosotros en el sistema interamericano, una fuente de distorsiones en el resto de América Latina" y "podría constituir una base de apoyo y punto de entrada para la expansión de la presencia soviética y cubana en la región", sostuvo.
Una inacción de Washington contra Chile "puede ser percibida en América Latina y en Europa como indiferencia e impotencia", argumentó. Allende es "un marxista duro y dedicado con un profundo sesgo antiestadounidense", pero fue "elegido legalmente" y tiene "legitimidad a los ojos de los chilenos y de la mayoría del mundo.
Pero Kissinger recoge en su informe la visión que consideraba predominante entre los analistas estadounidenses, según la cual "Allende y las fuerzas que llegarán al poder con él tienen la capacidad, los medios y los conocimientos para mantenerse y consolidarse" en el gobierno.
"Un estado socialista, racional e 'independiente' vinculado con Cuba y con la Unión Soviética puede ser aun más peligroso para nuestros intereses de largo plazo que un régimen radical", añadió.

jueves, 22 de mayo de 2008

Ultimo Discurso

Santiago de Chile,11 de septiembre de 1973
7:55 A.M.
Radio Corporación

Habla el Presidente de la República desde el Palacio de La Moneda.
Informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado Valparaíso y que la ciudad estaría ocupada, lo que significa un levantamiento contra el Gobierno, del Gobierno legítimamente constituido, del Gobierno que está amparado por la ley y la voluntad del ciudadano.
En estas circunstancias, llamo a todos los trabajadores.
Que ocupen sus puestos de trabajo, que concurran a sus fábricas, que mantengan la calma y serenidad.
Hasta este momento en Santiago no se ha producido ningún movimiento extraordinario de tropas y, según me ha informado el jefe de la Guarnición, Santiago estaría acuartelado y normal.
En todo caso yo estoy aquí, en el Palacio de Gobierno, y me quedaré aquí defendiendo al Gobierno que represento por voluntad del pueblo.
Lo que deseo, esencialmente, es que los trabajadores estén atentos, vigilantes y que eviten provocaciones. Como primera etapa tenemos que ver la respuesta, que espero sea positiva, de los soldados de la Patria, que han jurado defender el régimen establecido que es la expresión de la voluntad ciudadana, y que cumplirán con la doctrina que prestigió a Chile y le prestigia el profesionalismo de las Fuerzas Armadas.
En estas circunstancias, tengo la certeza de que los soldados sabrán cumplir con su obligación. De todas maneras, el pueblo y los trabajadores, fundamentalmente, deben estar movilizados activamente, pero en sus sitios de trabajo, escuchando el llamado que pueda hacerle y las instrucciones que les dé el compañero presidente de la República.
Trabajadores de Chile:
Les habla el presidente de la República. Las noticias que tenemos hasta estos instantes nos revelan la existencia de una insurrección de la Marina en la Provincia de Valparaíso.
He ordenado que las tropas del Ejército se dirijan a Valparaíso para sofocar este intento golpista. Deben esperar la instrucciones que emanan de la Presidencia.
Tengan la seguridad de que el Presidente permanecerá en el Palacio de La Moneda defendiendo el Gobierno de los Trabajadores. Tengan la certeza que haré respetar la voluntad del pueblo que me entregara el mando de la nación hasta el 4 de Noviembre de 1976.
Deben permanecer atentos en sus sitios de trabajo a la espera de mis informaciones. Las fuerzas leales respetando el juramento hecho a las autoridades, junto a los trabajadores organizados, aplastarán el golpe fascista que amenaza a la Patria.
Compañeros que me escuchan:
La situación es crítica, hacemos frente a un golpe de Estado en que participan la mayoría de las Fuerzas Armadas. En esta hora aciaga quiero recordarles algunas de mis palabras dichas el año 1971, se las digo con calma, con absoluta tranquilidad, yo no tengo pasta de apóstol ni de mesías.
No tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado.
Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás.
Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el Gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado.
No tengo otra alternativa.
Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo.
Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada.
Yo tenía contabilizada esta posibilidad, no la ofrezco ni la facilito. El proceso social no va a desaparecer porque desaparece un dirigente. Podrá demorarse, podrá prolongarse, pero a la postre no podrá detenerse. Compañeros, permanezcan atentos a las informaciones en sus sitios de trabajo, que el compañero Presidente no abandonará a su pueblo ni su sitio de trabajo. Permaneceré aquí en La Moneda inclusive a costa de mi propia vida.

9:03 A.M.
Radio Magallanes

En estos momentos pasan los aviones.
Es posible que nos acribillen.
Pero que sepan que aquí estamos, por lo menos con nuestro ejemplo, que en este país hay hombres que saben cumplir con la obligación que tienen. Yo lo haré por mandato del pueblo y por mandato conciente de un Presidente que tiene la dignidad del cargo entregado por su pueblo en elecciones libres y democráticas.
En nombre de los más sagrados intereses del pueblo, en nombre de la Patria, los llamo a ustedes para decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión ni con el crimen.
Esta es una etapa que será superada.
Este es un momento duro y difícil: es posible que nos aplasten.
Pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores.
La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.
Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta Patria.
Caerá un baldón sobre aquellos que han vulnerado sus compromisos, faltando a su palabra... rota la doctrina de las Fuerzas Armadas.
El pueblo debe estar alerta y vigilante. No debe dejarse provocar, ni debe dejarse masacrar, pero también debe defender sus conquistas. Debe defender el derecho a construir con su esfuerzo una vida digna y mejor.

Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes.
La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Postales y Radio Corporación.
Mis palabras no tienen amargura sino decepción
Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha autodesignado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros.
Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar!
Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo.
Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.
Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza.
La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo.
En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el general Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios. Me dirijo, sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la abuela que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños.
Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios de clases para defender también las ventajas de una sociedad capitalista de unos pocos.
Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha.
Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo lo oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder.
Estaban comprometidos.
La historia los juzgará.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo.
Siempre estaré junto a ustedes.
Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse.
El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse. Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino.
Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse.
Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile!
¡Viva el pueblo!
¡Vivan los trabajadores!
Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.

Historia

sábado, 17 de mayo de 2008

Allende: "Si quedo herido, pégame un tiro"


El médico Danilo Bartulín, que vivió los últimos momentos del presidente, reconstruye el asalto golpista a La Moneda .



El palacio de la Moneda ardía por los cuatro costados después del intenso bombardeo golpista y los milicos insurrectos ya asomaban sus fusiles por las esquinas de la calle Morande, convencidos de que ese día, 11 de septiembre del año 1973, habrían de detener al vendepatrias comunista atrincherado en el edificio bajo asedio. En uno de los salones, el presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, disparando con la metralleta regalada por Fidel Castro, pidió un último favor a Danilo Bartulín: "Tú has sido mi mejor y más leal amigo. Si quedo herido, pégame un tiro". "Usted es el último que debe morir aquí. Antes moriremos nosotros", le respondió Bartulín.

La traición se había adueñado de la marina en Valparaíso y después de los cuartos de banderas de todo el país. La escuadrilla que atacaba la sede del Gobierno en Santiago efectuó 14 pasadas sobre el edificio donde resistían el presidente y 32 fieles, y las 28 bombas lanzadas por los cazas redujeron a escombros parte de sus instalaciones, y las esperanzas de los combatientes.
Las tropas encargadas de expugnar el edificio obedecían al general Augusto Pinochet, que había sido nombrado jefe del ejército por sus méritos en la represión del golpe del 29 de julio contra el Gobierno socialista de la Unidad Popular.
Hacia las diez de la mañana del 11 de septiembre, un edecán militar comunicó que Pinochet estaba dispuesto a enviar un vehículo para trasladar al presidente ante su presencia.
Danilo Bartulín, entonces con 33 años -médico personal de Allende, su confidente político y amigo del alma, miembro de la dirección del Grupo de Amigos Personales (GAP)-, recuerda la contestación del hombre que perdería la vida sin haber renunciado a la Presidencia. "Dile esto: que un presidente digno recibe en la Presidencia; si quiere parlamentar, que venga él aquí".
Nunca pudo hablar con Pinochet, ni con el generalato alzado contra su Administración.

"Allende, con el casco puesto, estaba tranquilo, muy sereno, pero decepcionado. Los edecanes militares de La Moneda le dijeron: 'Mire, todas las Fuerzas Armadas están en el golpe, así que renuncie'.
Él les responde: 'Ustedes pónganse a disposición de sus mandos, que yo me quedaré aquí como presidente'. Poco antes transmitiría por Radio Magallanes el discurso de la despedida; el pliego de cargos contra la deslealtad castrense, las ambiciones de la oligarquía nacional y su sometimiento a Washington: '¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo (...). Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor".
Allende murió sin saber si su voz había sido escuchada. El bombardeo se anunció para las once y comenzó diez minutos antes del mediodía. "La primera bomba me tiró al piso [suelo] y los cristales me hicieron un corte en la mano", dice Bartulín.
¿Por qué el golpe? "Quizá el proceso de reformas fue demasiado rápido", afirma el médico de Allende, que salvó la vida milagrosamente después de año y medio de detención y salvajes torturas. El exilio le llevó a México 10 años y otros 20 a Cuba, dedicado al comercio exterior.
Salvador Allende había ganado las elecciones de 1970, en coalición con los comunistas y otros partidos menores, y durante los primeros 1.000 días de su mandato ejecutó cambios que levantaron ampollas entre el empresariado y la burguesía militar y civil: nacionalizó la banca, estatalizó los sectores claves de la economía y ejecutó una redistribución agraria que en un solo año expropió más de dos millones de hectáreas. Estados Unidos, todavía en guerra fría con la URSS, bajó el pulgar.
Richard Nixon ocupaba la Casa Blanca; Henry Kissinger, el Departamento de Estado, y George Bush, padre, estaba al frente de la CIA. "Imagínese el trío", subraya Bartulín. La ultraizquierda oficialista también presionaba para imponer sus políticas en el precario Gobierno de la Unidad Popular.
Los efectos de la pinza nacional y extranjera, y la complicidad de los sectores de la Democracia Cristiana que supieron de la conspiración cuartelera, fueron fulminantes; también pesó la decisión de Allende de comunicar a Pinochet, en quien confiaba entonces, de su decisión de convocar un plebiscito sobre su mandato.
Los conjurados aceleraron la insurrección para impedirlo. "La mañana del bombardeo, Allende nos reunió a todos en el salón de conferencias y ceremonias de La Moneda. Estábamos unas 60 personas, pero nos quedamos 33.
Nos dijo: "Tiene obligación de quedarse conmigo solamente mi guardia personal y, si quieren, todo aquel que tenga un arma y sepa disparar".
Danilo Bartulín era uno de los jefes de la guardia personal.
Usaba pistola. Aquel día llevaba dos. Los helicópteros ya ametrallaban el pétreo palacio neoclásico inaugurado dos siglos atras. "Allende dice: 'Vamos a buscar los sitios de defensa: los balcones, las ventanas, donde se pueda disparar". Bartulín se despidió por teléfono de sus tres hijos, de diez, nueve y ocho años. "Papá, ¿y la guardia de palacio?, ¿y los generales amigos?". No los había.
El presidente y su colaborador se cobijaron entre dos gruesos muros, cerca de la cocina. "Allende me pide un pedazo de pan. Le doy el pedazo de pan, y como había unos pollos troceados, le dije: 'Doctor, voy a cocinar porque a lo mejor no bombardean nunca'. Lo hicieron pronto.
La escuadrilla de Hawker Hunter bombardeó a placer al filo de las doce y durante media hora. Los dos amigos, que se habían hermanado políticamente desde los años de activismo universitario, se acurrucaron juntos para guarecerse de los impactos y ondas expansivas que derrumbaron paredes y activaron incendios en los cuatro puntos cardinales de la edificación gubernamental.
Los sitiadores lanzaron bombas lacrimógenas, los sitiados se colocaron las máscaras antigás, y la gente con instrucción castrense disparó bazucas y ametralladoras pesadas sobre el escuadrón de blindados desplegado por los accesos de La Moneda.
Bartulín cita al presidente impartiendo órdenes, dispuesto al martirio por la causa: "¡Que todo el mundo dispare. No hay rendición!".
Las bombas no mataron, pero su efecto fue demoledor sobre el ánimo de algunos leales. Doce días antes, el presidente se había reunido con dirigentes de la Democracia Cristiana, en casa del cardenal Raúl Silva, para tratar de evitar el alzamiento.
Salió de la reunión abatido: "Esa gente no quiere nada". Todo indica que los democristianos ambicionaban la presidencia de la república, de manos de los militares, para Eduardo Frei Montalva.
El fiel asesor de Allende, el colaborador al tanto de sus entrevistas, agenda y cavilaciones, tuvo una idea para abortar la asonada: movilizar a la opinión pública internacional.
"Doctor, nos está quedando una única salida.
Usted toma un avión y se va a la Cumbre de Argel [Conferencia del Movimiento de los Países No alineados], y luego se va a Roma y habla con el Papa", le aconsejó Bartulín.
Allende había sopesado esa opción, y, durante una semana, un avión estuvo listo para despegar hacia Argel, pero los partidos no autorizaron el viaje del presidente al extranjero.
"Después del bombardeo llega un momento en que la gente que estaba en La Moneda me pide que hable con el presidente para que se rinda", revela Danilo Bartulín.
El médico Arturo Girón, y Eduardo Paredes, ex jefe de la policía civil, junto con el responsable militar del GAP, conocido como Carlos, piden a Bartulín que convenza a Allende de la inutilidad de la resistencia. La Moneda era una pira, y el agua de las cañerías reventadas por la metralla caía por las escaleras e inundaba los salones y estancias de palacio, sometido a fuego cruzado. No había por dónde disparar, y los militares estaban encima. "Presidente, me hablaron para decirme que perder una batalla no es perder la guerra, y que la situación es insostenible. Allende me dijo que sí, que aceptaba la rendición".
Los médicos atan un delantal blanco a una escoba y lo enseñan por una ventana. No hubo tiempo para más. Los pelotones irrumpen por la puerta del número 80 de la calle Morande. Bartulín es detenido porque se encontraba junto a ese acceso y, boca abajo, es molido a culatazos. Allende se batía en la segunda planta, y el general Javier Palacios fue por él. Afirmó que se había suicidado. "Cualquier versión es defendible, también la del asesinato. No hay testigos presenciales", subraya Bartulín.
El posterior calvario del joven chileno de origen yugoslavo que jugaba al ajedrez con Allende hasta la madrugada, que fue su mensajero en tareas políticas confidenciales y que estuvo a su lado hasta el final, sí tuvo testigos. Durante meses le aplicaron corrientes eléctricas desnudo sobre un jergón, simularon su fusilamiento, le reventaron a golpes y mil veces creyó morir a manos de unos verdugos que disfrutaron supliciándole: "Tenías que haber envenenado al Chicho [Allende]. Serías famoso".
La única notoriedad ambicionada por Danilo Bartulín fue la resultante de su lealtad al legado de Salvador Allende, del que nunca abdicó.



Danilo Bartulín:
"Peor de lo que fue no pudo ser"
Uno de los más directos colaboradores de Allende recuerda el 11 de septiembre de 1973 en Chile


Danilo Bartulín fue médico y amigo personal de Salvador Allende. Su imagen ha pasado a la historia gracias a las últimas fotografías en las que aparecía vivo el presidente chileno, el 11 de septiembre de 1973. A su lado, su estrecho colaborador Danilo Bartulín tuvo que vivir una amarga experiencia que, tras años de silencio, ha rememorado para EL PAÍS. En la actualidad vive en el exilio, después de haber padecido el horror de las cárceles chilenas. Alejado de la actividad política, se mantiene atento al proceso que vive su país y que puede poner fin, dice, a "15 años de pesadilla".
Pregunta. ¿En qué momento fueron ustedes conscientes del significado de aquel 11 de septiembre de 1973?
Respuesta. A las 3.30 de la madrugada estábamos en la residencia presidencial. Teníamos una reunión en la que estudiábamos la posibilidad de un golpe para dentro de unos días. La primera información que llegó es que había un levantamiento parcial de la Marina en Valparaíso. Cuando vimos que la cosa no estaba clara, nos fuimos a La Moneda, a eso de las siete de la mañana. Allende habló por radio a las 7.30 y explicó lo que pasaba. Poco después hablan ya en la radio los militares de la Junta y llega el primer bando de los cuatro generales.
P. En ese momento, ¿se dan cuenta de lo que se avecina?
R. Hasta el final, creímos que había solución. La Junta Militar anunció el bombardeo del palacio de La Moneda para las once. Éramos sólo unos 30, pero no podían acercarse por tierra. Allende pidió una tregua para que salieran los civiles, las mujeres -entre las que estaban dos de sus hijas- y los carabineros que lo desearan. Nos reunió a todos y nos dijo que no se iba a rendir y que sólo tenían la obligación de quedarse con él su guardia personal y todo aquel que tuviera un fusil y supiera disparar. Nosotros teníamos bastantes armas, por eso no pudieron tomar por tierra La Moneda y tuvieron que bombardearla. Las famosas fotos en las que yo aparezco junto a Allende en La Moneda están tomadas antes de que saliera esta última gente. A los fotógrafos les quitaron los carretes, pero se salvó uno.
P. Sin embargo, la resistencia fue inútil.
R. Llega un momento, a las 11.30, en que no tenemos información de nada. Pensábamos que a lo mejor se habían decidido a no hacer el bombardeo. A las 11.55 cae la primera bomba. Cayeron 28 bombas, en 14 pasadas de los aviones. Empezó el incendio. Caía agua. Seguíamos disparando, tal y como ordenaba Allende. Él me envió a ver si a través de un citófono conectado con el exterior podíamos tener noticias. Era muy difícil respirar, porque tiraron bombas lacrimógenas. En ese instante entraron por el Patio de Invierno 30 soldados disparando y golpeando a todos con las culatas. En realidad, fui el primer preso de La Moneda, ya que me cogieron abajo intentando conectar con el exterior. Lo último que recuerdo de Allende es cuando me dijo: "Tú eres mi mejor y más leal amigo. Si yo quedo herido, pégame un tiro".
"Disparó hasta el final"
P. ¿Esa fue la última vez que vio a Allende vivo?
R. En efecto, porque a mí me sacaron al exterior y me tumbaron. Desde el suelo vi que iba saliendo todo el mundo, pero Allende no bajó. Subieron a por él. Según el relato que los mismos militares hicieron con posterioridad, Allende disparó hasta el final, murió con el cargador vacío. Después se propagó la versión de su suicidio. Hay una foto en la que aparece sentado en un sillón en una posición inverosímil. La autopsia reveló doble dirección de los disparos mortales. Es ridículo creer que se pudiera disparar dos veces con un fusil desde tan cerca. Lo prepararon para que pareciera una foto de suicida. La autopsia se hizo en el Hospital Militar. A nadie le dejaron ver el cadáver, aunque algunos médicos dijeron que tenía más de 50 balazos.
P. ¿En ningún momento se barajó la idea de intentar salvar la vida de Allende?
R. En varias ocasiones. Yo consideraba que era mejor Allende vivo que muerto. Teníamos incluso un plan previsto para poder salir con él y encerrarnos en una población popular. Sin embargo, Allende pensaba que La Moneda era el símbolo del poder constitucional y que no se podía ceder. Dudó varias veces en utilizar el operativo, pero no quiso hacerlo. A lo mejor eso hubiera cambiado la historia de Chile. Peor de lo que fue no pudo ser.

domingo, 11 de mayo de 2008

Ya no son los mismos

Una dura prueba es la que están viviendo en estos días quienes por años han enarbolado la bandera de la libertad de prensa y, sin embargo, hoy se aterran con las consecuencias que podría tener la reciente sentencia del Tribunal del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (CIADI) que favoreció a los propietarios del diario Clarín, Víctor Pey y la Fundación Presidente Allende.


Una “prueba de blancura” que obliga a quienes se han quejado de las nefastas consecuencias del duopolio. Sin ir más lejos, la misma Presidenta de la República , quien en una conversación informal sostenida en la antesala de la Unidad de Tratamiento Intensivos del Hospital Clínico de la Universidad Católica , donde agonizaba entonces el político y Premio Nacional de Literatura 2002, Volodia Teitelboim, se quejaba de lo que denominó “el cerco comunicacional”.
Con desazón les comentaba al Presidente del Partido Comunista y al Secretario General de la colectividad, entre otros, la frustración que la embargaba ante la imposibilidad de que las verdaderas obras y adelantos de su gobierno no tuvieran cobertura periodística por parte de La Tercera ni El Mercurio pero sí, en cambio, la recibieran las noticias relativas a escándalos por faltas a la probidad o a hechos delictuales.
Esta periodista le preguntó entonces a la mandataria, por qué era el Estado uno de los principales avisadores de El Mercurio, especialmente, si recibía, a su juicio, un trato tan injusto; que por qué no enviaba una orden a los ministerios para que a través del avisaje dieran preferencia a otros medios de comunicación, que no fueran parte del denominado “duopolio”, por ejemplo a Radio Universidad de Chile, la radio que piensa y que tan caro le ha costado su pensamiento crítico e independiente.
Para sorpresa de los presentes, la Presidenta dijo entonces que ya lo había hecho pero que su orden era desoída. Se produjo entonces, un breve momento de perplejidad y silencio.

La clara manifestación de la voluntad expresada primero por Víctor Pey y luego, por la Fundación Presidente Allende de revivir el mítico diario Clarín, en el caso de contar con los recursos provenientes de un fallo favorable, abre la esperanza de romper este “cerco comunicacional” que tan descorazonada tiene a la Mandataria.
Por cierto que este nuevo medio de comunicación no sería obsecuente a las directrices estatales, menos aún si, como lo manifestara el mismo Pey hace apenas una semana, el Clarín del siglo XXI seguiría, “firme junto al pueblo”, como rezaba bajo el título del tabloide.
Pero quienes están comprometidos verdaderamente con los valores de la democracia no podrían sino estar contentos con la posibilidad de abrir una nueva ventana para que entre aire fresco a través de una prensa independiente, que tan golpeada ha sido por esta Transición que prometía alegría y diversidad de colores, como los del arcoiris, y que nos ha condenado al blanco y negro.

Y es que la palabra es más fuerte que un fusil. Así lo recordaba esta semana la escritora nicaragüense Gioconda Belli en visita a nuestro país, una revolucionaria sandinista que vivió el rigor y las consecuencias de esa lucha en contra de la dictadura de Somoza, y que hoy, tiene a sus libros como bayonetas que se introducen en las mentes de sus lectores con la idea de cambiar el mundo.
El mismo imperativo ético que tenemos los periodistas, de entender, primero y luego cambiar el mundo.


El gobierno anunció que apelará al fallo y que busca sea declarado nulo…Quizás tienen miedo, de qué otra manera comprender la actitud de esos luchadores de entonces y que hoy, ya no son los mismos.

lunes, 28 de abril de 2008

Mensaje tras el Golpe de Estado.

Queridos hermanos:
No tenemos otro anhelo que encarnar, en medio de vosotros, a Cristo, el Señor; no deseamos sino ser fiel eco de aquél que dijo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os maltratan. Lo que queráis que los hombres os hagan hacédselos vosotros igualmente... haced el bien y prestad sin esperar nada en cambio, y seréis hijos del Altísimo porque El es bueno con los ingratos y los perversos...

El ideal de amor, que quisiéramos vivir en plenitud y hacerlo vivir a nuestro alrededor, exige sacrificios, luchas y superaciones no fáciles de aceptar y emprender. Pero sólo ese ideal realmente aceptado y realizado puede construir un mundo mejor, más humano y más justo.

Sólo ese ideal, encarnado en nuestro Chile, lo hará recuperar su verdadero rostro, y hará renacer entre nosotros el calor del hogar, los lazos de la familia, de la fraternidad que tanto anhelamos. Deseamos ardientemente destruir el odio para evitar que el odio mate el alma de Chile.

Vuestro Pastor sólo quiere servir a todos, y muy especialmente a los pobres, a los humildes, a los que sufren. Si logra enjugar una lágrima, mitigar un dolor, aunque esto sea a costa de grandes incomprensiones, se sentirá feliz. Sólo quiere amar y servir; humildemente pide para esta su actitud, comprensión y respeto.

Que la Madre de Jesucristo y Madre de Chile nos obtenga de El la justicia y la paz. Que el Señor ilumine con su gracia a nuestros gobernantes, para que cuanto antes consigan, como lo han expresado, que la normalidad institucional se restablezca y todos los chilenos nos sintamos verdaderamente hermanos.

RAUL SILVA HENRIQUEZ
Cardenal Arzobispo de Santiago

Santiago, 16 de Septiembre de 1973.

domingo, 20 de enero de 2008

La última entrevista de Patricia Verdugo


“El periodismo que me enseñaron no me dejó escapatoria”
“La gran periodista Patricia Verdugo murió el domingo pasado, 13 de enero, a las diez y media de la noche, en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. Su último y sencillo orgullo fue saber que podía “mirar a los hijos a los ojos, cuando la pregunta es: mamá, papá, ¿qué hiciste tú en ese tiempo? Mirarlos a los ojos”.
Estaba sentada en la terraza, junto a una mesa redonda con mantel blanco, vasos de agua, papeles, periódicos. En la puerta debe estar todavía un letrero que dice Casa Mater y "Bienvenido al territorio libre de mi casa".
Con una voz sedada y sedante, sonrió: "Espero que pueda hacerla bien". Se refería a esta entrevista.
Tenía 60 años recién cumplidos, era un ícono del periodismo chileno y había tenido una vida de novela. "Todo puede cambiar dijo , los maridos, los países, las casas, pero los hijos son para siempre". Dos de sus hijos murieron, muy pequeños, y Felipe fue encargado desde el principio al ángel de la guarda. "Cuando volví de la clínica me quedé mirando a Felipe para ver que respirara... Y entonces decidí: yo no puedo controlar nada de la vida, no puedo ni siquiera retener la vida de mis hijos, y por tanto, Señor, cuídalo, ángel de la guarda, cuídalo. Y que sea lo que tenga que ser. De ahí en adelante ¡son tan libres! que no se le ocurrió nada mejor a Felipe, y después a Diego, ¡que correr en motocross! Pero la libertad es clave, amarlos libremente. Y eso parte con ama a los demás como a ti mismo "
De los preceptos cristianos, ¿ese es el que más te impresiona?
No. La palabra más importante es "hágase Tu voluntad". Para entregarte, para confiar.

LENTES AHUMADOS Y LOS ZARPAZOS DEL PUMA
Patricia trabajaba en la revista "Ercilla" y tenía dos niños cuando su padre, Sergio Verdugo fue secuestrado por efectivos de la Dirección de Inteligencia de Carabineros. Varios días después, su cuerpo fue encontrado en el río Mapocho con huellas de tortura. Entonces comenzó la investigación periodística más importante de su vida. Era julio de 1976. Dos décadas más tarde diría: "Nosotros hicimos todo lo posible".
Luego de tres libros quemantes, "Una herida abierta" (1979), "André de la Victoria" (1984) y "Quemados vivos" (1986), una tarde de 1989, "Los zarpazos del puma" estaba en la calle.
La verdad estallaba.
Patricia Verdugo había escrito esa historia, y lo había hecho con el dramatismo exacto, con la precisión de una obra maestra; sólo que todo era rigurosamente cierto. Una amiga la llamó: "Ven inmediatamente". Ya en la boca del Metro escuchó los gritos, el título de su libro del que se vendieron 100 mil copias sólo en las primeras semanas.
"Me dio susto. Me dio tanta sensación de terror, que saqué mis anteojos ahumados y me los puse, como si alguien pudiese reconocerme. Cuando yo podía caminar por el medio de la Alameda entre todos los libros, y nadie hubiera dicho ahí va la autora, pero igual me puse los anteojos ahumados para pasar entre todos, porque me daba pudor. Eso, pudor".
Tú siempre hubieras sido una periodista notable. Pero el asesinato de tu padre fue un vuelco...
El asesinato de mi padre me hizo más sensible a lo que sienten los otros. Quizás yo puedo haber aprendido a escribir mejor, para poder compartir eso. Porque ¡cómo decirles a los otros lo que significa eso!
¿Toda la vida fuiste súper woman, de no desmayar y no temer, o temer y pasar por encima del miedo?
Es que alguna vez, ante una amenaza más concreta, oí decir "vámonos al exilio", pero entre llorar con otros chilenos en Austria, ¡yo prefería llorar aquí...! Fue tan fuerte, tan fuerte, la fraternidad que hubo entre los que dábamos la lucha como pudiéramos... Yo creo que en el momento clave de la historia de los seres humanos se abren dos posibilidades: ser una buena persona, ética y moral, o ser un canalla. Cuánto lamento los que cruzaron la puerta de ser canallas, pero yo sé lo que se siente de cruzar la puerta de ser, de tratar de ser ético. Es una gran felicidad. Te permite mirar a los hijos a los ojos, cuando la pregunta es "mamá, papá, ¿qué hiciste tú en ese tiempo?". Mirarlos a los ojos.
En "Bucarest 187" dices: "Nosotros hicimos todo lo posible".
Sí. Eso no tiene que ver con Aylwin, sino con los familiares de las víctimas. Hicimos todo lo posible a pesar de que había un Presidente que creía que la justicia tenía medida, cuando la justicia es justicia y punto.
¿Cómo abrieron la puerta ética en una revista censurada?
En todas las revistas disidentes, algo siempre se quedó en el tintero de la censura. Pensábamos que se podía traspasar el límite, y entonces los directores tenían que medir, un mes de clausura, dos meses. Por eso yo no pude entender, cuando estalló el caso Arellano, cómo la revista "Hoy" mientras "Apsi" y "Análisis" lo llevaban en portada , pasó dos o tres semanas sin mencionarlo, porque el director era amigo del hijo de Arellano. ¡Imagínate! Me fui de "Hoy".
Las mujeres periodistas cumplieron un rol muy importante en este tiempo.
Como no podíamos hacer reportajes, ni emitir opiniones, todo se redujo durante un tiempo a puras entrevistas. ¿Cómo hacer la pregunta que permitiera que el general o el coronel dijera, se acercara, a lo que uno quería que contara? A un general, a un coronel, una periodista mujer le baja la guardia. Ya no es un soldado del periodismo el que entró. No. Es una mujer. Una mujer con quien a él le han enseñado a ser galán, amable. No lo puede evitar. Y, además, tiene que ser valiente. Si ella pregunta algo atrevido, él no puede quedar en menos. Jugamos a ese juego durante un tiempo, incluida la revista "Cosas". En los "setenta", el periodismo es nada más "que lo digan ellos", "ellos lo dijeron". Incluso los hacíamos revisar y firmar sus entrevistas.
¿La investigación sobre la muerte de tu padre fue un trabajo extremo?
Yo no quería hacerla. No podía hacerla. Pero nadie hizo el caso de mi papá. Qué habría dado porque una de mis amigas periodistas lo tomara. Hubo un momento en que había una jueza de probada honestidad, Dobra Lusic, y además un policía Héctor Arenas que se creía el rol del policía que tiene que encontrar la verdad, como en las películas. Y fui a Canadá para intentar que se extraditara al hombre que yo creo fue el hechor material...
Hasta ese punto llega tu libro "Bucarest 187".
Después pasaron otras cosas. El caso quedó cerrado por Amnistía. Simplemente hay un almirante, Troncoso, y un general, Brown Galleguillos, que están libres por las calles y no les ha pasado nada, no han tenido ni una hora de detención, y ellos participaron en el crimen de mi padre.
Tú cuentas en "Bucarest" que en las misas de la Vicaría de la Solidaridad se rezaba tanto por las víctimas como por los victimarios...
Todos eran víctimas, es verdad. Pero la impunidad es la violencia invisible de Chile. Estamos rodeados de hechos que producen ira. Duele estar pagándoles la pensión todos los meses a los que mataron a mi papá, a los que torturaron. Uno dice: perdón, ¿de qué se trata todo esto? Y esto tiene una razón política, la impunidad no es una casualidad, es el resultado del pacto. Tal como acaba de develarse que Lagos y la derecha hicieron un pacto para el indulto de los militares y no nos enteramos en su momento; fue un secreto de Estado. Bueno, así también hubo un pacto para que Pinochet no fuera tocado. O sea, Pinochet, de acuerdo a eso, debió morir como senador vitalicio. Fuimos nosotros los que les echamos a perder la fiesta... Que alguien de la UDI crea que salvó al país del marxismo, es obvio, pero que alguien del Partido Socialista vote por cosas que benefician a la UDI en materia de impunidad respecto a sus compañeros asesinados, eso es lo que no tiene explicación.
¿Cómo ves al país ahora?
Yo lo veo tenso; uno podía predecir un aumento de la delincuencia y de la impunidad de los delincuentes, a partir de la impunidad de Pinochet. ¡Cómo robaron, cómo mataron, y no tienen castigo! El castigo que estaba llegando a algunos era porque ya venía el indulto: no se preocupe, general; no se preocupe, coronel, le va a tocar a lo más un año; dos, porque ya viene el indulto. Nosotros no sabíamos. Nosotros celebrando que se haría justicia...
En la grabadora sonó un clic y Patricia preguntó la hora. Eran las doce, yo iba a esperar a un radiotaxi, ella iba al médico. Cuando nos despedimos, la escritora de "Los zarpazos del puma" me tomó las manos. Cartera al hombro, ojos negros y brillantes, sonrió guapa y tranquila, y me dijo con una voz bajita: "Dame energía".

miércoles, 2 de enero de 2008

Tom Hanks será el “Elvis rojo” que apoyó a Allende









El actor estadounidense Tom Hanks adquirió hace algún tiempo los derechos para llevar a la pantalla grande la vida de Dean Reed, un rubio cantante norteamericano que abrazó la causa comunista, cuestión que lo llevó desde la fama en la República Democrática Alemana hasta la depresión y la muerte. En el camino conoció Argentina, la Unión Soviética y el Chile de Salvador Allende, apoyando su campaña electoral, e incluso cantó "Venceremos" con los obreros en el Chile de Pinochet.
El estilo de Reed hacía recordar a un grande, a un rey. Por eso, fue conocido en la RDA como el Elvis Rojo, la antítesis perfecta del gran ídolo capitalista que triunfaba en los escenarios de Hollywood. Hanks le compró los derechos de la historia a su viuda Renate Blume, la última mujer con la que compartió antes de quitarse la vida.
Dean Reed, que alguna vez participó en las milicias del Líbano, actuó en películas propagandísticas del régimen germano-oriental de la República Democrática Alemana y se reconoció como uno de los mayores admiradores de Yaser Arafat, murió a los 48 años, el 16 de julio de 1986, sumergiéndose por última vez en el lago cercano a su casa de Berlín.
El actor Tom Hanks encarnará en el cine al denominado "Elvis Rojo", Dean Read, el cantante estadounidense que eligió vivir bajo el régimen comunista de la RDA y abrazó la causa revolucionaria conmocionado por la muerte de Salvador Allende.
Reed, aclamado por la República Democrática Alemana (RDA) como la antítesis anticapitalista del Presley de Memphis (EEUU), apareció muerto el 17 junio de 1986, con 48 años, en el lago a orillas de su casa, en los alrededores de Berlín.
Según ha explicado la propia Blume, en un documental dirigido por el alemán Leopold Grün, Reed sufría por entonces una fuerte depresión, se sentía "abandonado" por el público y echaba de menos su país, al que había dado la espalda décadas atrás.
Se le conoció como el Presley "rojo" porque en sus inicios buscó la fama apuntalado en un voz y un estilo similares al de Memphis.
Nacido en Colorado, en 1938, se hizo célebre entre el público de la RDA como héroe que renegó de EEUU para abrazar el comunismo.
Aprendió español en el Chile de Allende, luego pasó un tiempo en Argentina, de ahí fue a la Unión Soviética y luego a la RDA.
Volvió a Chile, ya con Pinochet, para entonar con los mineros un legendario "Venceremos", en 1983, y estuvo entre los fervientes admiradores de Yaser Arafat.

Spielberg llevará al cine historia de imitador de Elvis que triunfó en Chile
El director de "Munich", junto a Tom Hanks, pretende realizar una cinta sobre la vida de Dean Reed, el "Elvis Rojo", proyecto paralelo a un documental alemán cuyos responsables se encuentran trabajando en el país.

Steven Spielberg y Tom Hanks compraron los derechos del filme y ya se han asegurado testimonios exclusivos sobre el artista para llevar su vida a la gran pantalla en un futuro cercano.

En lo inmediato, un grupo de realizadores alemanes se encuentran en Chile para recopilar material sobre el denominado "Elvis rojo".

El recorrido fílmico partió en Alemania, donde murió el artista hace 20 años y ha traído a Chile a su realizador, el germano Leopold Grün, en busca de nuevas pistas sobre la extravagante historia.

"En Alemania del Este tuvo éxito con sus discos. Para nosotros no era especialmente simpático en realidad por ese lado, pero cuando empezamos a investigar nos pareció una figura realmente fascinante", señaló el director a Libre Acceso.

"Primero comenzamos en nuestro país y después nos dimos cuenta de que en realidad el Dean Reed más interesante era el que había vivido afuera, sobre todo en países como Chile y Argentina", sostuvo.

"Aquí (en Chile) fue realmente una estrella. Aquí nos hemos dado cuenta del personaje que fue", sostuvo Leopold Grün.

La historia de Dean Reed

Nacido en Colorado en 1938, Dean Reed llegó a Latinoamérica con poco más de 20 años, en busca de la popularidad que, por su total falta de talento, no pudo conseguir en Estados Unidos.

Bien parecido y angloparlante, sus pésimos covers del rey del rock fueron, sin embargo, bien recibidos por el público chileno, que lo transformó en un ídolo de los años sesenta.

Con constantes viajes a Chile y convertido en un ídolo de masas, su vida cambió para siempre a fines de los años sesenta, tras visitar una población marginal de Santiago.

De ahí en adelante su creciente consciencia social le haría participar de la campaña de Salvador Allende, hacer amistad con los exponentes de la Nueva Canción Chilena e incluso efectuar acciones de protesta, tal como señaló la diputada Isabel Allende.

"A mí me llamó mucho la atención como este joven que llegó en los 60, que era una estrella de rock muy popular y muy buen mozo fue empapándose de todo el proceso que se iba viviendo en Chile, de los movimientos sociales, de la participación y el canto popular", indicó la parlamentaria.

"El episodio quizás más notable es cuando él, frente al consulado norteamericano (estadounidense) lavó una bandera norteamericana como una señal de protesta por las intervenciones de Estados Unidos en Vietnam", dijo la hija del derrocado presidente.

Residente de Alemania Oriental, Dean Reed conoció de lejos los alcances del Golpe de 1973, que llegó mientras él mientras triunfaba en Europa del Este.

De todas formas apoyó económicamente algunas acciones de la resistencia chilena, y hasta viajó personalmente a Chile en 1983, para participar en algunas acciones de protesta, que le significaron la expulsión.

Las dudas sobre su deceso

Hombre atlético y de buena salud, la muerte de Dean Reed en junio de 1986 se convirtió en un misterio, al aparecer ahogado en un lago de poca profundidad y sin rasgos de alcohol o enfermedad previa.

Esta situación también formará parte de la trama del documental alemán "El Elvis rojo", que recuperará testimonios de la época, imágenes de archivo e importantes datos biográficos, todo condimentado por la música del mismo Dean Reed pero modernizada y arreglada por el realizador del filme.