Queridos hermanos:
No tenemos otro anhelo que encarnar, en medio de vosotros, a Cristo, el Señor; no deseamos sino ser fiel eco de aquél que dijo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os maltratan. Lo que queráis que los hombres os hagan hacédselos vosotros igualmente... haced el bien y prestad sin esperar nada en cambio, y seréis hijos del Altísimo porque El es bueno con los ingratos y los perversos...
El ideal de amor, que quisiéramos vivir en plenitud y hacerlo vivir a nuestro alrededor, exige sacrificios, luchas y superaciones no fáciles de aceptar y emprender. Pero sólo ese ideal realmente aceptado y realizado puede construir un mundo mejor, más humano y más justo.
Sólo ese ideal, encarnado en nuestro Chile, lo hará recuperar su verdadero rostro, y hará renacer entre nosotros el calor del hogar, los lazos de la familia, de la fraternidad que tanto anhelamos. Deseamos ardientemente destruir el odio para evitar que el odio mate el alma de Chile.
Vuestro Pastor sólo quiere servir a todos, y muy especialmente a los pobres, a los humildes, a los que sufren. Si logra enjugar una lágrima, mitigar un dolor, aunque esto sea a costa de grandes incomprensiones, se sentirá feliz. Sólo quiere amar y servir; humildemente pide para esta su actitud, comprensión y respeto.
Que la Madre de Jesucristo y Madre de Chile nos obtenga de El la justicia y la paz. Que el Señor ilumine con su gracia a nuestros gobernantes, para que cuanto antes consigan, como lo han expresado, que la normalidad institucional se restablezca y todos los chilenos nos sintamos verdaderamente hermanos.
RAUL SILVA HENRIQUEZ
Cardenal Arzobispo de Santiago
Santiago, 16 de Septiembre de 1973.
El ideal de amor, que quisiéramos vivir en plenitud y hacerlo vivir a nuestro alrededor, exige sacrificios, luchas y superaciones no fáciles de aceptar y emprender. Pero sólo ese ideal realmente aceptado y realizado puede construir un mundo mejor, más humano y más justo.
Sólo ese ideal, encarnado en nuestro Chile, lo hará recuperar su verdadero rostro, y hará renacer entre nosotros el calor del hogar, los lazos de la familia, de la fraternidad que tanto anhelamos. Deseamos ardientemente destruir el odio para evitar que el odio mate el alma de Chile.
Vuestro Pastor sólo quiere servir a todos, y muy especialmente a los pobres, a los humildes, a los que sufren. Si logra enjugar una lágrima, mitigar un dolor, aunque esto sea a costa de grandes incomprensiones, se sentirá feliz. Sólo quiere amar y servir; humildemente pide para esta su actitud, comprensión y respeto.
Que la Madre de Jesucristo y Madre de Chile nos obtenga de El la justicia y la paz. Que el Señor ilumine con su gracia a nuestros gobernantes, para que cuanto antes consigan, como lo han expresado, que la normalidad institucional se restablezca y todos los chilenos nos sintamos verdaderamente hermanos.
RAUL SILVA HENRIQUEZ
Cardenal Arzobispo de Santiago
Santiago, 16 de Septiembre de 1973.